Alabanzas vs. Himnos

La era post-moderna ha llevado a la mayor parte del cristianismo a guardar en el baúl del recuerdo muchos himnos que durante cientos de años nos ayudaron a afianzar nuestra fe en las doctrinas bíblicas que sustentan nuestras creencias. En su lugar se han introducido en casi todas las iglesias «canciones de alabanza.» Durante el culto de adoración  un grupo de personas se encarga de hacer que la congregación tenga una “experiencia con Dios” mediante estos cantos modernos y el uso de todos los instrumentos disponibles. El hecho de que varias personas dirijan la alabanza no tiene nada de malo en sí, pero quizás la forma en que se haga y lo que se cante puede que no sea la forma que agrade a Dios.

Estas canciones muchas veces están vacías de contenido doctrinal y solo son una vana repetición de una misma estrofa o línea. La repetición en sí misma no es que este mal, pero cuando se abusa de ella, nuestra mente deja de meditar en las palabras y nuestras bocas solo se mueven al son de la música. Muchas veces durante la alabanza la gente cierra sus ojos y repite y repite y repite y repite lo mismo una y otra vez. Estas canciones no elevan sus pensamientos a meditar en Dios y lo que Las Escrituras nos dicen sobre El, sino que el adorador solo es movido a sentir la emoción del momento. A manera de ejemplo, escribamos una poderosa canción de alabanza:

          Señor, Señor, Señor, poderoso Señor, Te alabamos, te alabamos a ti Señor, Elevamos nuestras alabanzas a ti Señor, Alabanzas alzamos con manos santas A ti poderoso Señor, Señor, Señor.

La estrofa de arriba solo hay que repetirla X cantidad de veces de una forma que demuestre sentimentalismo. Con la ayuda de un buen músico para añadirle la melodía y un cantante de renombre, pronto todas las iglesias estarían cantando nuestra alabanza. En algunos casos estas alabanzas no son más que estrofas de himnos antiguos que han sido “modernizados” a los ritmos y estilos actuales.

Himnos como:

          Santo, Santo, Santo; Dios Omnipotente; canto de mañana tu excelsa majestad; Santo, Santo, Santo, fuerte y clemente, Dios sobre todo, Rey de eternidad.

Han sido reemplazados por alabanzas como:

          Dios del cielo maravilloso Dios, Eres Santo, Santo El universo declara tu majestad, Eres Santo, Santo Dios de la creación Dios de la creación Aleluya al Dios de la creación.

La última línea se repite tres veces después de la primera estrofa y seis después de la segunda. Muchas de estas alabanzas son cantadas con un tono de voz suave y a veces hasta sensual. El volumen del equipo de sonido muchas veces es ensordecedor. También a veces en las iglesias la alabanza se lleva a cabo con luz tenue y focos con luces de diferentes colores. En los conciertos “cristianos” la luz prácticamente se apaga y la gente comienza a alumbrar el ambiente con las pantallas de sus celulares mientras mueven las manos. Todas estas alabanzas son de producción reciente y en muchos casos promueven el ecumenismo que no es más que poner de lado ciertas doctrinas y unificar todas las iglesias bajo una misma bandera.

Los canticos y salmos encontrados en Las Escrituras hablan sobre como Dios ha conducido a Su pueblo a lo largo del camino y también expresan la confianza que depositamos en El. Si comparamos los himnos con las alabanzas, nos damos cuenta inmediatamente que estas últimas carecen de la rica experiencia del caminar cristiano. Cuando cantamos el himno -Castillo fuerte es nuestro Dios- casi podemos sentir lo que sintió Martin Lutero al enfrentarse a las fuerzas del error en su tiempo con peligro de perder su vida, pero reconociendo que su confianza estaba puesta solo en Dios sin importar lo que pasara con él. Este himno nos da confianza en Dios al hacerle frente a las pruebas que hoy nosotros mismos enfrentamos. Las alabanzas modernas solo crean un sentimiento pasajero en las vidas de los adoradores, sin embargo cada vez mas iglesias están sustituyendo los himnos por las alabanzas, especialmente la juventud. De hecho en algunas iglesias los jóvenes tienen su culto separados de los adultos porque sus estilos de adoración y alabanza difieren.

Al hablar de alabanza nos referimos al acto de reconocer la grandeza y señorío de Dios sobre todas sus criaturas mediante el canto. No obstante la alabanza no está separada de la adoración, que es un encuentro con Dios mediante el cual le entregamos todo nuestro ser y nos acercamos a Él con reverencia. La majestad de Dios nos hace ver nuestra insignificancia y debemos humillarnos en Su presencia. Al alabarle expresamos con palabras nuestra gratitud por lo que ha hecho y hace por nosotros. La alabanza debe conducirnos a meditar en las virtudes y el poder de Dios y no solo a decir muchas cosas bonitas sobre El, puesto que en última instancia estamos adorando a Dios. Jesús dijo que debemos adorar en espíritu y en verdad, es decir, que la verdadera adoración es la que hacemos interiormente en nuestros corazones. Aunque esto no elimina la oportunidad de expresar nuestro agradecimiento a Dios mediante el canto, nuestra alabanza no debe consistir en manifestaciones exteriores que estén sujetas a los sentimientos y emociones que se hagan presentes en un lugar mediante cierto estilo de música y letras conmovedoras. El apóstol Pablo escribió:

     “Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios…Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor…hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones;  dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” Efesios 5:15-20

Muchos dicen que lo importante en la alabanza es el motivo con que se haga porque Dios ve el corazón. Pero, ¿Acepta Dios toda alabanza? No necesariamente. Por eso el apóstol nos manda a andar como sabios y a entender cuál es la voluntad de Dios aun en esta área vital de nuestra adoración. La alabanza es similar a la oración, es un acto de abrir nuestro corazón a Dios. Sobre la oración Jesús dijo:

     “…no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.No os hagáis, pues, semejantes a ellos…” Mateo 6:7, 8.

En la biblia encontramos una historia donde Dios rechazó un servicio de adoración y alabanza sincero porque no fue hecho de la manera en que El ordenó. En el primer libro de las Crónicas capítulo 13 versos 3-12 leemos:

     “Y dijo David a toda la asamblea de Israel: Si os parece bien y si es la voluntad de Jehová nuestro Dios, enviaremos a todas partes por nuestros hermanos…y por los sacerdotes y levitas…para que traigamos el arca de nuestro Dios a nosotros, porque desde el tiempo de Saúl no hemos hecho caso de ella. Y dijo toda la asamblea que se hiciese así…Y llevaron el arca de Dios de la casa de Abinadab en un carro nuevo…David y todo Israel se regocijaban delante de Dios con todas sus fuerzas, con cánticos, arpas, salterios, tamboriles, címbalos y trompetas. Pero Uza extendió su mano al arca para sostenerla, porque los bueyes tropezaban. Y el furor de Jehová se encendió y lo hirió; y murió allí delante de Dios. Y David tuvo pesar…temió a Dios aquel día, y dijo: ¿Cómo he de traer a mi casa el arca de Dios?”

El rey David quiso adorar a Dios sinceramente (y de hecho lo hizo) con todo su corazón. Quiso darle a Dios lo mejor de sí mismo y de su pueblo. El quería colocar el arca del pacto, símbolo de la presencia de Dios, en un lugar apropiado para ella, pero desconoció el mandato en el cual Dios había dicho como debían hacerse las cosas. Aquel día cuando Dios hirió a Uza, el rey no supo cual fue el motivo del rechazo de Dios a su adoración y alabanza, pero más tarde lo comprendió.

     “Entonces dijo David: El arca de Dios no debe ser llevada sino por los levitas; porque a ellos ha elegido Jehová para que lleven el arca de Jehová… Vosotros que sois los principales padres de las familias de los levitas, santificaos…y pasad el arca de Jehová Dios de Israel al lugar que le he preparado; pues por no haberlo hecho así vosotros la primera vez, Jehová nuestro Dios nos quebrantó, por cuanto no le buscamos según su ordenanza…Y los hijos de los levitas trajeron el arca de Dios puesta sobre sus hombros en las barras, como lo había mandado Moisés, conforme a la palabra de Jehová.” 1 Crónicas 15:2, 12-15.

Es notorio entonces que sin importar la sinceridad, Dios no acepta nuestra adoración y alabanza a menos que se haga conforme a sus principios. Es por esto que Dios no puede aceptar la alabanza de homosexuales practicantes, por muy sinceros que sean en sus motivos. Por la misma razón Dios no acepta servicios llenos de sentimentalismo y emoción que resemblen el estilo del mundo. La verdadera alabanza a Dios no es de labios repitiendo las mismas estrofas con ojos cerrados y manos levantadas en un ambiente propio para la ocasión. La verdadera adoración es aquella del corazón arrepentido y contrito que expresa gratitud en el amor de Dios al repasar lo que Dios ha hecho por Su pueblo en el pasado y lo que continuara haciendo en el porvenir.