He escuchado varios sermones sobre el amor de Dios en diferentes iglesias. El más reciente lo escuché ayer en mi propia congregación. Era un culto dirigido a los jóvenes. El pastor invitado comenzó diciendo que, por mucho tiempo, nuestras iglesias se han enfocado en un cristianismo de -no hagas esto, no hagas aquello, no hagas lo otro.- En sus palabras, dijo que no debemos andar crucificando a la gente por lo que hacen, como visten, que música escuchan, etc. No bien había dado la introducción al tema, aunque iba por esa línea, cuando un hermano sincero, alzó la voz y dijo que lo que el pastor estaba predicando era gracia barata. Eso distrajo toda la iglesia, y hubo un impase momentáneo entre el predicador y dicho hermano. Sin embargo, el predicador citó 1 Corintios 13:1-3.
“Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.”
Luego el orador continuó con su predicación, y aclaró un poco su posición, con la cual estoy de acuerdo en parte. Personalmente he aprendido que en ciertas situaciones como la de ayer, es mejor callar. Porque tristemente, los que piden que no se les crucifique por como visten, piensan, comen, etc, crucifican a cualquiera que se atreva a alzar la voz en la iglesia como lo hizo aquel hermano. El sermón del pastor, simplificado, fue:
-De que me vale ir a la iglesia y cantar himnos si maltrato a mis hijos porque escuchan música mundana. De que me vale amar a todos mis hermanos en la iglesia, si no soporto a mi esposa. De que me vale ser vegetariano, si me la paso comiéndome a mis hermanos por la espalda. Etc.-
No puedo estar más de acuerdo con planteamientos como esos. Sin embargo, también entiendo el por qué el hermano que interrumpió lo hizo. En nuestras iglesias últimamente nos hemos enfocado tanto en el amor, que estamos pasando por alto muchas otras cosas. Si bien es cierto hay personas que son muy celosas entre el pueblo, y dicen cosas muy rudas y cortantes a ciertos miembros; si bien es cierto que como pueblo de Dios nos hemos enfocado por mucho tiempo en los NOs de la biblia; No es menos cierto que ahora nos estamos yendo al otro extremo. Por un lado hemos sido muy legalistas, digámoslo así, pero por otro lado ahora estamos siendo muy -no importa nada.-
Tenemos que mantener un equilibrio, es decir, una postura correcta en ciertos temas bíblicos. El enemigo de las almas se deleita en llevarnos a un extremo o al otro en ciertas cuestiones. Es notorio que el tema central de la biblia es que Dios es amor. Juan 3:16 nos dice cuán grande fue el amor de Dios para con nosotros. Él fue capaz de dar a Su propio Hijo para redimirnos. Su palabra dice que nos ama con amor eterno. Dios nos muestra Su amor cada día al darnos la vida. Nosotros debemos amarle porque Él nos amó primero. Es ciertísimamente cierto que la ley de Dios se resume en el amor. Jesús dijo:
“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.” Mateo 22:37-40.
El evangelio debe ser predicado sobre la base del amor. En nuestras iglesias debe reinar no la hipocresía, no el amor fingido, sino el amor que viene de Dios. Tampoco debe reinar la dictadura ni la supremacía. No obstante, el peligro que corremos como pueblo de Dios en la actualidad es que estamos confundiendo amor con permisividad. Hoy estamos predicando que no importan tus acciones, Dios te ama igual y te seguirá amando por siempre. Hoy escuchamos decir: -Ven como estás, no te enfoques en los NOs bíblicos, sino en las promesas, y todo estará bien.- Es duro decirlo, pero este no es un mensaje bíblico. Si en Juan 3:16 vemos el amor de Dios para nosotros, en Juan 3:18, dos versos más abajo, vemos la condenación de Dios para nosotros si no seguimos Sus palabras. Y entre todas las cosas que Cristo dijo se encuentra la siguiente declaración:
“Si me amáis, guardad mis mandamientos.”Juan 14:15
No existe amor genuino que sea permisivo. Aun en la esfera humana no existe tal cosa. La permisividad no es otra cosa sino ser excesivamente tolerante, es transigencia. El amor verdadero no es transigente. Ejemplo, yo amo a mi esposa, pero no por esto voy a permitirle que ella me sea infiel con otro hombre. Si nosotros no tenemos un amor permisivo para con nuestros seres amados, ¿Cómo hemos de esperar que Dios lo tenga? La biblia nos enseña que Dios, más que tolerante, es paciente para con nosotros. Sin embargo, Su paciencia tiene un límite, Dios no es transigente. El amor de Dios hacia nosotros es presentado en la biblia como el amor de un padre hacia un hijo. Los padres aman a sus hijos, y ese amor que tienen por ellos es lo que los hace guiarlos en la senda que deben seguir, y esto implica muchos NOs que a los hijos no les gustan. Dios nos ama ciertamente, pero esto no implica que Él no exija nada de nosotros a cambio. Si miramos bien en la biblia, nos daremos cuenta que Dios tiene muchos preceptos y principios que debemos seguir. Su amor no elimina Sus requerimientos. El amor de Dios también incluye disciplina, aunque en esta era del cristianismo queremos deshacernos de ella. Cuando nosotros amamos a Dios de corazón, las cosas que la biblia dice NO, llegamos a verlas, no como imposiciones arbitrarias de Dios, sino como Su mejor plan para nuestras vidas. Las vemos en el contexto en que el mismo Dios las puso, son nuestra protección.
Hoy en día se habla mucho de los padres permisivos. Estos son aquellos que dejan que sus hijos hagan lo que les plazca sin ningún tipo de corrección. En el cristianismo estamos llegando a creer que Dios es igual. Es lamentable, pero nuestras iglesias están cayendo en esa trampa de Satanás. Hoy, en nombre del amor, no queremos que desde el púlpito se prediquen las cosas que están mal dentro del pueblo. Queremos permitir que los miembros sigan sus deseos y placeres en la iglesia, con tal de que no se vayan al mundo. Queremos permitir que la gente venga a la iglesia como quiera, a que no vengan. No está lejos el día cuando oiremos: -Es mejor que los drogadictos fumen droga en la iglesia a que la fumen en el mundo. Es mejor que sean homosexuales en la iglesia a que lo sean allá afuera.- Y por muy bonito que suene, ese no es el verdadero evangelio. Sí, Dios quiere que la gente venga a la iglesia como quiera, pero Él quiere que vengan para ser transformados, no para pasar el tiempo. Cuando el hijo prodigo vino a casa de su padre, lo primero que el padre hizo fue mandar que le cambiaran de ropa. No lo dejó como estaba, sino que lo limpió de su suciedad. Cuando Jesús perdonó a la mujer hallada en adulterio, la mandó que se fuera, pero con la orden “No peques más.” Sí, las iglesias deben ser centros donde la gente venga como está, donde nadie las juzgue por como vienen o que usan, pero también deben ser un lugar donde la palabra de Dios sea predicada con fidelidad, de manera que las vidas sean renovadas. De modo que el amor no sea meramente permisividad, sino un amor genuino. Rebajar las normas bíblicas como pretexto de amor es un engaño Satánico. Es por esto que cada vez más y más personas actualmente abrazan el cristianismo postmoderno. Una religión sin ningún otro requisito más que decir que se ama a Dios.
Está mal condenar, juzgar, señalar o herir a alguien por cómo va o no va a la iglesia. Pero también está mal dejar a las personas que hagan su voluntad continuamente dentro de la iglesia sin mostrarles siquiera lo que Dios ha dicho. Dios es un Dios de orden y disciplina. Su palabra lo describe así:
“¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado.” Éxodo 34:6, 7.
Dios nos ama, pero Su amor no pasa por alto lo malo dentro de Su pueblo. Aun el mismo Hijo de Dios, cuando estuvo aquí en la tierra, se mostró disgustado por ciertas cosas que se estaban haciendo dentro de la iglesia y las corrigió. Y dicho sea de paso, el tono que Él uso no fue el mejor ni el más prudente. Es más, la biblia dice que tomó un látigo. No es que nosotros debamos hacer lo mismo, ojo, puesto que nosotros somos pecadores y Él era Dios en la carne. Cristo mismo nos dijo: “El que esté libre de pecado, tire la primera piedra.” Sin embargo, a través de Sus apóstoles, Cristo nos dejó bien claro cómo debemos lidiar con ciertas cosas que pasan en la iglesia. No debemos irnos a un extremo ni al otro, sino que debemos estar centrados en el amor de Dios genuino para con nosotros y para con los demás. Cristo también dijo:
“Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.” Apocalipsis 3:19.
Amémonos los unos a los otros como Dios nos ama, y recordemos aquel dicho popular que dice: Amor no quita conocimiento.