No cabe la más remota duda que los tatuajes y los piercings han llegado a la sociedad actual para quedarse. Estas dos formas de “adornar” el cuerpo humano han calado profundo en el estilo de vida de la gente común. No hace mucho los tatuajes se limitaban al bícep de los hombres fuertes, pero hoy día todo el cuerpo es apropiado para llenarlo de tinta imborrable. La nuca, la cadera, las piernas, los senos, hasta la cara misma es un buen lienzo para pintar. Lo mismo ha sucedido con los piercings o perforaciones en el cuerpo. Solo las orejas de las mujeres eran agujereadas para el uso de aretes, sin embargo hoy parece ser que mientras más huecos se haga la persona más linda se ve.
Hoy es normal que en una misma oreja se tenga hasta cinco agujeros, sin contar los huecos en la nariz, la lengua, la barbilla, los pezones y hasta las partes íntimas.
Los tatuajes y perforaciones han estado presentes en la vida del hombre desde casi el mismo inicio de la humanidad. En las islas del Pacifico Sur, en África, América, y Asia, las tribus nativas solían tatuarse y perforarse por diferentes motivos; Ya sea que querían identificarse como pertenecientes a alguna tribu en particular, o para que los dioses los acompañaran en la guerra. O quizás el tatuaje era para resaltar el paso de la adolescencia a la adultez, como también por motivos “mágicos.” Todavía en la actualidad muchos nativos practican estos rituales.
Cuando la esclavitud estuvo en su apogeo, los tatuajes y piercings servían para identificar a los esclavos. Actualmente, en ciertos países donde hay pandillas, el tatuaje se utiliza para marcar la cantidad de “bajas” que el pandillero lleva, es decir, a cuentas personas él ha despachado de este mundo. Ya es común ver a personas tatuadas en más de un cincuenta por ciento de su cuerpo. Los dibujos pueden ser delfines, serpientes, calaveras, códigos, rosas, vírgenes y hasta cristos.
Nosotros como cristianos, ¿Debemos ceder a la presión de la sociedad moderna y entrar en onda con los tatuajes y los piercings? Aunque hoy en día la cultura post modernista dicta que no hay nada de malo en ello, en muchas empresas se les exige a los empleados que no tengan tatuajes visibles y que se quiten las argollas que estén de más. Es decir que si alguien tiene tatuajes en su nuca o antebrazo, las posibilidades de conseguir buenos trabajos disminuyen. El mensaje es claro: Quizás no seas un delincuente, pero no te queremos en nuestra compañía.
Tatuarse en particular cuesta dinero. Mientras más grande y llamativo sea la “obra de arte” más dinero cuesta. Esto es sin contar lo que cuesta aguantar el dolor, porque el proceso del tatuado consiste en inyectar tinta bajo la piel con una aguja. Hoy contamos con formas de eliminar los tatuajes que antes eran permanentes, no obstante, remover un tatuaje cuesta más dinero y más dolor que hacerlo.
En la biblia encontramos el mandato de Dios para su pueblo con relación a este tópico también. En la era bíblica la gente solía tatuarse y perforarse por lo muertos, así que Dios dio la siguiente orden: “Y no haréis rasguños en vuestro cuerpo por un muerto, ni imprimiréis en vosotros señal alguna. Yo Jehová.” Levítico 19:28. Los verbos originales en hebreo utilizados para imprimir y rasgar son los mismos desde donde obtenemos las palabras tatuaje y perforación; De hecho, hay versiones de la biblia que las traducen de esta manera. El mandato expreso de Dios es que no pongamos en nuestro cuerpo ninguna marca ni que nos perforemos ninguna parte. Dios es el mismo ayer, hoy y por siempre y sus preceptos que El dio en la antigüedad son tan validos hoy como en aquel entonces.
En el Nuevo Testamento el apóstol Pablo nos recuerda: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” 1 Corintios 6:19, 20.
Nosotros no nos pertenecemos. Como cristianos debemos honrar a Dios en nuestro cuerpo y honramos a Dios cuando obedecemos Su palabra.
¿Qué pasa si cuando una persona se entrega a Cristo ya esta tatuada o perforada? No se turbe su corazón. Dios conoce que antes de venir a El esa persona andaba por caminos extraviados y pasa por alto aquellas cosas de las cuales ella no tenía conocimiento. Su experiencia puede servir para ayudar a aquellos cristianos que estén considerando modificar sus cuerpos. Hay personas que se han tatuado y luego se avergüenzan porque esas marcas les recuerdan su pasado, sin embargo esas mismas marcas y agujeros pueden ser un poderoso testimonio para mostrar a los demás de donde Dios las ha traído.