La arqueología es el estudio de la historia humana pasada, a través de los restos materiales de las civilizaciones antiguas. Esta se divide en varios tipos: -Arqueología Prehistórica, la cual se concentra en aquellos pueblos que han existido en la antigüedad, pero que no dejaron ningún tipo de lenguaje escrito; -Arqueología Histórica, esta se concentra en culturas que existieron, y quizás todavía existen, durante el periodo de la historia humana del cual sí tenemos registros; -Arqueología Bíblica, la cual busca la evidencia y la explicación de los hechos mencionados en la biblia; y por último, -Arqueología submarina, la cual busca en el fondo de los océanos, lagos, y ríos, la actividad del hombre sobre las corrientes de agua. Un lugar donde se encuentren restos físicos de actividades humanas es llamado un sitio arqueológico. Hay muchos de estos sitios alrededor del mundo. Como ejemplo podemos citar aquellos dejados por los nativos indios americanos, en el sureste de los Estados Unidos, así como también el famoso Stonehenge en Inglaterra.
En nuestro caso, como cristianos, la arqueología bíblica ha sido, y es muy útil para confirmar la veracidad de los lugares y personajes mencionados en el Registro Sagrado. A través de ella se ha podido dar entero crédito a las historias mencionadas en el Antiguo Testamento. Toda la región de Palestina y el Medio Oriente es rica en sitios arqueológicos de interés. En este artículo nos enfocaremos en algunos de los descubrimientos arqueológicos realizados que confirman la validez de la biblia como libro histórico confiable. En esta era de tanta incredulidad, los hallazgos arqueológicos arrojan luz sobre nuestras creencias bíblicas. Mencionaremos brevemente tres ciudades: Jerusalén, Jericó y Ur. También mencionaremos los descubrimientos que tienen que ver con el pueblo conocido como los hititas, y por último, veremos lo relacionado con el rey babilónico Belsasar, mencionado en el libro de Daniel.
Comencemos con Jerusalén. Esta ciudad entra en el marco histórico bíblico con la conquista de Canaán por parte de los hijos de Israel. Según la biblia, el nombre de esta ciudad era Jebús, donde vivían los jebuseos. Luego de la conquista, y el establecimiento de los israelitas en Palestina, David, el segundo rey de Israel, hizo de Jerusalén la capital de su reino. Cuando el reinado de Israel fue dividido en dos reinos separados, por Dios, durante el reinado de Roboam hijo de Salomón, Jerusalén continuó siendo la capital del reinado de Judá, donde reinaban los descendientes de David. Desde entonces, Jerusalén ha sido destruida en varias ocasiones. Primero por los babilonios, luego por los romanos, y más adelante por los árabes. Todavía hoy, en la Jerusalén actual se pueden apreciar vestigios de la antigua ciudad. El muro de las lamentaciones es un remanente que testifica de la grandeza de la antigua Jerusalén. En esta ciudad podemos encontrar importantes descubrimientos arqueológicos que confirman las historias bíblicas.
Joseph Patrich, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el arqueólogo de la Autoridad de Antigüedades del estado de Israel Shlomit Weksler-Bdolah creen haber encontrado el salón de banquete real del rey Herodes el grande. Esto lo presentaron en marzo de 2017 en la edición de la revista Archaeology Review. Este es el más esplendido edificio herodiano que sobrevivió a la destrucción romana de la ciudad. Otro arqueólogo, Nadav Na`aman utilizó la evidencia bíblica para encontrar el palacio del rey David. Basándose en la prominencia, y el lugar estratégico de dicho palacio, citado en 2 Samuel 5:11; 2 Samuel 11; y 2 Samuel 16:22; y siguiendo las especificaciones citadas en Nehemías 12:37, él dio con el lugar exacto para ubicar la majestuosa obra construida por este importante rey del Israel antiguo. Hoy, en este sitio, una bien notable estructura de roca atestigua sobre dicho palacio. En la actualidad, la ciudad de Jerusalén es un centro de encuentro entre tres religiones importantes del mundo, la cristiana, la musulmana y la judía. Estas tres grandes religiones mundiales reclaman esta ciudad como su recinto sagrado.
Otra ciudad importante bíblica es Jericó. Esta fue la primera ciudad cananea en ser conquistadas por los hijos de Israel, luego del cruce del rio Jordán, bajo el mando de Josué. Ha habido controversia sobre esta ciudad. Algunos han dicho que no hay evidencia tangible para afirmar que la historia bíblica sobre la toma de Jericó sea cierta, puesto que cuando en las Escrituras se menciona la caída de los muros de esta ciudad, los cananeos no tenían ciudades fortificadas como las menciona el libro de Josué. Según dicen los escépticos, esa historia no es más que una buena fabula religiosa. La arqueóloga británica Kathleen Kenyon dijo lo siguiente:
“Es un hecho triste que, de las murallas de una ciudad de la era de bronce tardía, periodo durante el cual se puede establecer el ataque de los israelitas (a Jericó), no hay ningún rastro…La excavación de Jericó, por lo tanto, no ha arrojado luz sobre sus murallas, la destrucción de las cuales se describe vívidamente en el libro de Josué.”
Según el equipo de trabajo de esta arqueóloga, las excavaciones en el sitio donde se encontró Jericó no arrojan ninguna señal sobre las supuestas murallas que registra la biblia. Así que la conclusión a la que llegaron fue que lo más probable es que Jericó haya sido destruida por los egipcios. Poniendo, de esta manera, en tela de juicio el relato bíblico. En la biblia leemos claramente en Deuteronomio 9:1,
“Oye, Israel: tú vas hoy a pasar el Jordán, para entrar a desposeer a naciones más numerosas y más poderosas que tú, ciudades grandes y amuralladas hasta el cielo…”
Sin embargo, el trabajo meticuloso que la señora Kenyon realizó en sus excavaciones, y un análisis a profundidad de la evidencia, revelan que, ciertamente, la ciudad de Jericó estaba fuertemente fortificada, y que además fue consumida por el fuego, como lo dice la biblia.
La tercera ciudad que quiero mencionar es Ur. Una ciudad que no tiene mucha historia de la cual hablar en la biblia. Todo lo que sabemos es que de ella salió Abram, por mandato Divino, Génesis 11:27-12:1. Esta ciudad estaba situada en Sumer, país que más tarde llegaría a llamarse Babilonia. En la actualidad, las ruinas de esta ciudad son llamadas Tell al Muqayyar, y están situadas en Iraq. Las excavaciones en este sitio arqueológico se iniciaron en el 1854, dirigidas por J. E. Taylor, quien fuera el primero en identificar estas ruinas como Ur. Y fueron continuadas entre 1922-1934 por Sir Leonard Woolley, quien encabezaba una expedición conjunta entre el Museo Británico y el Museo de la Universidad de Filadelfia. Cuando Abraham vivía en esta ciudad, ella era un centro comercial grande y próspero, y sus habitantes adoraban varios dioses. No es de extrañar entonces que, en la biblia, Dios le hiciera un llamado a este patriarca para que abandonara dicha ciudad, y se estableciera, solo por fe, en otra región que Dios mismo le mostraría.
Estas tres ciudades que, al día de hoy, sus ruinas han sido objeto de estudio y análisis, por parte de los arqueólogos modernos, testifican de la veracidad de los relatos bíblicos. Desde la ciudad más antigua Ur, hasta la más reciente Jerusalén, cada vestigio encontrado presenta con certeza la confiabilidad que tienen los libros escritos en la biblia. Ahora bien, si pasamos del ámbito de las edificaciones al ámbito de los personajes, pudiéramos citar varios protagonistas bíblicos a los cuales hacer referencia. Sin embargo, veamos solo dos. En primer lugar tenemos al pueblo conocido, en los círculos modernos arqueológicos, como los hititas. En la biblia ellos aparecen como los heteos. Según Génesis 10, Cam hijo de Noé, engendró a Het, y sus descendientes conformaron a los heteos. Aunque hoy contamos con evidencia bíblica y arqueológica sobre este pueblo, pareciera ser que ambas no son compatibles. Los heteos son mencionados en varias partes a través del Antiguo Testamento: Génesis 26:34; Éxodo 13:5; 2 Samuel 11:3; Ezequiel 16:3; entre otras. Un estudio cuidadoso sobre este pueblo de la antigüedad, nos revela la causa de la aparente discrepancia existente entre las evidencias arqueológicas y las bíblicas. Originalmente este pueblo se autodenominaba como los hijos de Hatti. El imperio poderoso que ellos construyeron eventualmente colapsó, mucho antes de las menciones que de ellos hoy hallamos en las Escrituras. Sin embargo, muchos de ellos mantuvieron viva su cultura, llegando a ser los neo hititas. Si los eruditos hubieran conocido los datos descubiertos a posteridad, desde el principio, quizás el nombre dado a este pueblo hubiera sido los nesitas, en referencia al lenguaje que hablaban. Los registros arqueológicos actuales muestran la historia detrás de los hititas o heteos originales, mientras que la biblia hace referencia a los neo hititas, o los heteos más recientes en la historia.
Finalmente, el otro personaje que queremos mencionar es el rey babilónico Belsasar. Al igual que muchas otras historias bíblicas, la historia de este rey, quien hizo una fiesta, durante la cual, una mano misteriosa escribió en la pared cuatro enigmáticas palabras, ha sido puesta en duda por los escépticos. Sin embargo, una serie de descubrimientos arqueológicos comprobaron la existencia de este rey que, fuera de la biblia, parece no ser mencionado en ningún otro lugar. En 1854 cuatro cilindros de barro fueron encontrados en Ur, con la inscripción de la oración del Rey Nabonido. En ellos, este rey babilónico oraba a sus dioses por su hijo mayor Belsasar. Luego en 1882, cuando se tradujo otro antiguo texto cuneiforme, se aprecia que el rey Nabonido era uno que se ausentaba bastante de su reino, pasando mucho tiempo en Tema, Arabia, dejando al príncipe a la corona a cargo de los asuntos de babilonia. Hecho por el cual, Nabonido no estuvo presente durante la caída de dicha ciudad, pero su hijo sí.
Como pudimos observar brevemente, los hechos históricos, y los personaje bíblicos pueden ser confirmados hoy a través de la arqueología. Obviamente, aun queda mucho por descubrir en el área de Palestina y el Medio Oriente. Esa zona ha sido, es, y continuará siendo objeto de estudio y excavación por parte de los arqueólogos. No es de dudar que más información pertinente, confirmando la veracidad de otras partes de las Escrituras continúe apareciendo a través del tiempo. Esto demuestra que nuestra fe, no es una fe ciega, que se basa en las fabulas y leyendas, sino que es una que puede ver las evidencias tangibles de lo que Dios ha dejado registrado en Su Palabra escrita.