Cuba, Ciclones, y mi Esposa

La historia de cómo conocí a mi esposa la he contado a mis amigos. Sin embargo, decidí escribirla, de manera resumida, puesto que ya se acerca nuestro séptimo aniversario de bodas.

En el año 2008, la ciudad de Pinar del Rio, en Cuba, fue azotada por cuatro ciclones consecutivos durante la temporada ciclónica. Miles de casas quedaron sin techo. Cientos de personas resultaron damnificadas en los albergues del estado. Aquel año fue muy duro para dicha ciudad, capital de la provincia más occidental de la isla. El gobierno cubano puso en marcha operativos para ayudar a las personas a sobrevivir el día a día mientras, poco a poco, se pudiera restablecer la normalidad. Agua, alimentos, y cosas básicas fueron repartidas, como sucede luego de fenómenos climáticos. En casos como este, la ayuda internacional no se hace esperar. Países hermanos y solidarios envían suministros a los países afectados para que sean repartidos entre los afectados.

Cuba es un país que, en condiciones normales, tiene muchísimas carencias, aun en las cosas más simples y comunes. Por ejemplo, a veces el papel de baño escasea, y el cubano de a pie debe tomar periódico para hacer el papeleo necesario en el baño. Las sanciones económicas impuestas sobre Cuba por los Estados Unidos han hecho que esta república se las haya ingeniado para sobrevivir, con una economía deprimida, por alrededor de sesenta años. El día a día del cubano consiste en “resolver”, es decir, buscar la manera de encontrar lo que se necesite ese día. Los once millones de cubanos en la isla ya están acostumbrados a este estilo de vida. Sin embargo, todos sueñan con poder salir de aquel régimen algún día, y llegar a Miami, donde cada cubano tiene un familiar. Pero mientras ese día llega, su diario vivir es muy duro. Luego de aquellos cuatro fenómenos atmosféricos del 2008, la situación en Pinar del Rio empeoró de manera significativa.  Ya ni siquiera lo que comúnmente se resolvía (con trabajo pero se resolvía), se podía resolver.

Por aquel entonces, recibí una llamada de una amiga mía desde Virginia, EE.UU. Me contó la situación que estaban pasando en Pinar del Rio, su ciudad natal, y me dijo que tenía una prima que no conseguía nada para comer. Me preguntó si podía comprar comida en Santo Domingo, meterla en maletas, y volar hasta La Habana, donde su prima me recogería con alguien para recibir la comida. Dijo que no me preocupara por lo económico, pues ella se haría cargo de todo. Pues dicho y hecho, pronto, me estaba embarcando en un vuelo de Cubana de Aviación rumbo a La Habana. Yo había oído hablar mucho sobre Cuba y el régimen castrista, pero nunca había hecho planes para ir allá. Cuba no estaba en la lista de países que quería visitar.

Al salir de aduanas en el aeropuerto José Martí, la prima de mi amiga me identificó fácilmente, porque le había dicho que iría con una camisa playera. Luego de saludarnos, tomamos una camioneta e iniciamos el viaje de 2 horas hacia Pinar del Rio, viaje que hicimos en una carretera prácticamente desierta.  Cuando llegamos a su casa, abrí las maletas para cumplir mi cometido. Ella lloró delante de mí, porque dijo que nunca en su vida había visto tanta comida junta. Para mí fue muy conmovedor. Durante el fin de semana que estuve allí, me fui dando cuenta paulatinamente, de la verdadera situación en Cuba, y como se había empeorado luego de los cuatro huracanes.

Ese sábado, se me invitó a predicar en la iglesia a la que asistía la prima de mi amiga. El dominicano fue la novedad del culto esa mañana. En el primer banco de la iglesia había una joven que llamó mi atención. Ella estaba a cargo de la computadora portátil con la cual proyectaban los materiales audiovisuales. Al salir del culto estreché su mano, mientras saludaba a todo el mundo, pero no supe más de ella ese fin de semana. En la tarde ese mismo día, el primer anciano me informó que a los jóvenes les gustaría que volviera a Cuba para una semana de oración juvenil. Esta se llevaría a cabo tres meses más adelante. También me dijo que dada la situación cubana, ellos no podían costearme el pasaje. De volver, sería por mis propios medios. Sin pensarlo, me comprometí a volver con la esperanza de que Dios proveería. El anciano me dio un correo electrónico de una hermana de la iglesia, y me dijo que le escribiera a través de esa cuenta. En eso quedamos.

Para hacer la historia larga corta, la hermana, dueña del correo electrónico que el primer anciano me había dado, resultó ser la joven que había llamado mi atención en el primer banco de la iglesia. Después de aquel primer viaje, a causa de los ciclones, regresé a Cuba otras cuatro veces. Pero tres de esos viajes los hice con una misión distinta. Hoy, aquella chica del primer banco de la iglesia es mi esposa. Nueve años después de aquellos ciclones, todavía pienso como Dios coordinó todo para darme la compañera que yo necesitaba. Dios me ha dado la oportunidad de visitar casi treinta países, y el último país donde yo esperaba conseguir una esposa era Cuba. Nunca se me cruzó por la mente casarme con una cubana, y en Cuba mucho menos. El próximo 4 de julio, hará siete años en que Ana Geidy y yo decidimos unir nuestras vidas en el lazo matrimonial. En el 2010 éramos solo dos jóvenes ingenuos cuando nos casamos. Teníamos muchas expectativas e ilusiones. Ella ilusionada por el dominicano, y yo ilusionado por la cubana. Desde entonces, los desafíos y las dificultades que hemos enfrentado han sido muchos. Como todos los matrimonios hemos tenido nuestros altos y bajos. Pero gracias a Dios permanecemos juntos hasta hoy. Puedo asegurar que Dios no se equivoca.

Si tú joven, quieres conseguir aquella pareja que anhelas para formar un hogar, lo primero que debes hacer es ponerlo en Sus manos. Aunque tienes que saber que pudiera ser  que Dios no te conteste en el momento en que tú creas estar listo para tomar el compromiso matrimonial. Pudiera ser que Dios te haga esperar más tiempo del que tú estés dispuesto a esperar. Pero si confías en Él, estoy seguro por experiencia propia, que cuando Él responda lo hará con lo adecuado para ti. Ten presente que la persona que te dará no estará libre de defectos, pero recuerda, tú tampoco lo estás. Y si ambos, reconocen la intervención Divina en su unión, Dios habrá obrado una vez más para juntar a dos de Sus hijos para que le glorifiquen en su matrimonio.