Uber y la Propina de Dios

Una mañana cualquiera me disponía a salir a trabajar en Uber. Encendí mi carro como de costumbre, y me di cuenta inmediatamente que tenía muy poca gasolina. Me quedaba  gasolina suficiente como para correr unas 30 millas más o menos. Al revisar mi billetera, noté que no tenía ni siquiera un dólar en ella. Recordé que esa misma mañana mi esposa me había hablado de cosas que había que comprar para la casa. Antes de irse a su trabajo, ella había hecho un retiro de su cajero automático personal, es a saber, mi billetera. Pensé en ir a la gasolinera y utilizar mi tarjeta de debito. Al llegar allá, entré a donde la muchacha que despacha, y le pedí $20 de gasolina regular. Cuando pasé mi tarjeta, en la pantallita del dispositivo salió **declined**. Lo intenté otra vez, y lo mismo. Intenté una vez más para obtener el mismo resultado. Chasqueado, pensé: -Bueno, tendré que salir a trabajar, y tan pronto me gane $20 o $10, los echaré de gasolina. Espero que la gasolina que tengo me rinda hasta ganarme por lo menos esa cantidad.- Sin embargo, decidí abrir la aplicación del banco para ver qué pasaba con mi tarjeta. Al hacerlo, me di cuenta que la noche anterior se había tramitado el pago del seguro de los carros de mi esposa y mío, por un valor de $340, y me había dejado la cuenta, no solo en $0, sino en menos $65.

¿Qué podía hacer ahora? No tenía ni $1 arriba. No tenía gasolina suficiente para trabajar ni siquiera medio día. Ya no podía ganarme por lo menos $10 y utilizarlo para comprar gasolina, porque tan pronto lo depositara en mi cuenta, el banco lo cobraría por el negativo que tenía, y aun así le seguiría debiendo al banco todavía más. Mientras estaba sumido en esos pensamientos, mi aplicación de Uber sonó. Se me había olvidado que me había conectado unos minutos antes de entrar a comprar la gasolina. Ahora, allí me estaba entrando una carrera. ¿Debía aceptarla o no? No lo pensé mucho, y acepté el viaje, con la esperanza de que la persona no fuera muy lejos. Es bueno que sepas que los choferes Uber no sabemos hacia dónde va la persona, sino hasta que la recogemos  e iniciamos el viaje. Solo ahí nos damos cuenta que tan lejos o cerca es el destino. No obstante, yo albergaba en mi corazón que fuera un viajecito corto y rápido, para poder resolver mi situación. En seguida, me di cuenta que era una carrera Uber Pool, es decir, una carrera compartida. Dicho de otra manera, la persona que la había solicitado especificó que no le importaba compartir el carro con alguna otra persona que también fuera en la misma dirección. Así le saldría más económica la tarifa.

Cuando llegué al lugar a recoger al pasajero, era una señora, y su carrera tenía una distancia de 20 millas. Wow! Pensé, Mi carro me decía que yo solo podía correr 30. Eso sin contar toda la gasolina que consumiría en los semáforos, y entre acelerones y frenazos. Bueno! Arranqué esperando que no se sumara nadie más a ese viaje, en esa dirección, para no perder tiempo ni gastar gasolina extra desviándome a recoger a otro pasajero. Iba pensando -¿Qué haré cuando llegue al destino? Ya no tendré gasolina para hacer más nada. Me ganaré algunos $18 pero se los debo al banco.- Razoné que quizás  podría llamar a mi esposa para que me depositara dinero, en la cuenta, del que ella había tomado en la mañana. Pero el problema era que ella estaba en su trabajo, y no podría salir para ir al banco. Así que al final, no me quedaría más opción que llegar al destino de mi pasajera, y quedarme allí a ver qué pasaba. Mientras íbamos de camino, mi pasajera y yo entablamos una conversación, de lo más amena, como por 15 minutos. En eso, entró otro pasajero a la aplicación. No me quedó más opción que recogerlo, solo orando y pensando: -Que no vaya más allá del destino que ya tengo, porque si se pasa más de 30 millas, no tengo gasolina, ni dinero para comprarla. Qué vergüenza pasaría yo si tengo que bajarlo del carro y decirle que pida otro Uber.- Cuando recogí al segundo pasajero, inmediatamente entró a la aplicación un tercer pasajero. Ay mi madre! Pensé. Ahora si fue! Que lio! Sin más, recogí también al tercer pasajero, con la misma esperanza, que no fuera más lejos que mi primer pasajero. Pensándolo fríamente ahora, de verdad que yo fui “arretao” como decimos los dominicanos, es decir, atrevido, para ponerme a trabajar en Uber en esa situación económica tan difícil.

En fin, para hacer el cuento largo corto, llegué al destino de la señora que se montó en el carro primero. Los otros dos continuaban, pero gracias a Dios, solo 2 millas más cada uno. Antes de bajar, la señora me pasó una propina. Era un billete bien doblado. Lo tomé y lo puse en una gabetica del tablero. No me pareció un billete de $1, así que pensé que si me había dado $5, eso me serviría para continuar trabajando un poco más. Luego que dejé a los otros dos pasajeros, me desconecté de la aplicación, no fuera que me siguieran cayendo más viajes. Cuando busqué los $5 que la señora me había dado de propina, me di cuenta que no eran $5 sino $20, justo lo que necesitaba para comprar gasolina.

En ese momento di gloria a Dios, porque me di cuenta que Él había tenido la situación bajo control desde el principio. No solo me gané los $20 y pico de Uber por los tres pasajeros, sino que también Dios me había provisto el dinero que no tenia, y en efectivo, para que echara la gasolina y pudiera trabajar ese día. La propina que esa señora me dio, fue mayor al costo de su pasaje. Usualmente, las personas no dan propinas, y los que las dan, dan entre $1 y $5.  No me quedó más que reconocer que Dios había dirigido todo. Con esos $20, pude trabajar ese día y el siguiente. Pagué los $65 que le debía al banco, y me quedé con otros ciento y pico. Dios es bueno, y siempre está al tanto de nuestras necesidades. Muchas veces dudamos, yo me incluyo. Otras, no creemos que Él se interese de manera particular de nuestras carencias. Pero aquel día, una vez más pude comprobar que Dios está al tanto de lo que me pasa y de lo que necesito. Y si Él lo hace conmigo, estoy seguro que también lo hace contigo. Después de ese día, decidí que tengo que aprender a poner todas mis preocupaciones en Sus manos. Te exhorto a que hagas lo mismo.