Azar y Probabilidades

Las interrogantes sobre el origen y funcionamiento del universo son muchas. Muchas son también las que tienen que ver con el origen de la vida. La ciencia es incapaz de responder grandes incógnitas que se presentan a medida que avanza el estudio y la comprensión del cosmos. Quizás, el acertijo que cautiva más a la comunidad científica es el saber cómo llegó todo lo que existe a existir, y por qué. La teoría más aceptada actualmente es la que describe el inicio del infinito con una gran explosión; pero esta es una propuesta cuestionable, y no hay forma de probarla correcta. Puede que se postulen muchas otras teorías sobre el origen de todo lo existente. Sin embargo, todas  requerirán que se hayan dado, simultáneamente, muchos eventos poco probables para que la vida en el cosmos fuera posible, y para que el mismo universo llegara a la existencia. En algunas ramas de la ciencia como la física, las matemáticas, y las estadísticas, se utiliza la teoría de la probabilidad para sacar conclusiones sobre la posibilidad de que sucesos potenciales ocurran, y con qué frecuencia dichos sucesos podrían ocurrir. Para poder utilizar esta teoría es necesario que conozcamos todos los resultados posibles. 

Permíteme ilustrarlo de la siguiente forma. Cuando tiramos una moneda al aire, tenemos dos probabilidades: 1. Que la moneda caiga al suelo con la cara arriba, y 2. Lo opuesto, que el escudo quede arriba al caer la moneda al suelo. Esto es una probabilidad de uno entre dos. Cuando lanzamos un dado que contiene seis números, tenemos una probabilidad de uno entre seis de que salga el número que queremos. Si en nuestra gaveta tenemos veinticuatro pares de medias blancas y un par de medias grises, y metemos la mano sin mirar, tratando de sacar el par de medias grises, la probabilidad de obtenerlo es de uno entre veinticinco intentos. Ahora bien, cuando varios eventos no relacionados entre sí deben ocurrir para obtener un resultado específico, las probabilidades se reducen asombrosamente. Para calcular las probabilidades de resultado de eventos separados, lo hacemos multiplicando las probabilidades de uno por las probabilidades del otro. En un dado tenemos una probabilidad de uno entre seis para sacar el número que queremos. Si queremos sacar el mismo número en dos dados, la probabilidad de hacerlo se obtiene multiplicando la probabilidad de un dado por la probabilidad del otro, es decir, 1/6 x 1/6; Obteniendo así una probabilidad de conseguir los dos números que queremos en ambos dados, solo una vez entre 36 lanzadas o 1/36. En el caso de los pares de medias, si tuviéramos dos gavetas cada una con veinticuatro pares de medias blancas y un par de medias grises, la probabilidad de que saquemos los dos pares de medias grises en ambas gavetas, sin mirar, sería de uno en seiscientos veinticinco intentos o 1/25 x 1/25 = 1/625. Si añadimos tres dados más a los dos originales, procurando obtener el mismo número en cinco dados simultáneamente, la probabilidad de obtenerlo sería de uno entre siete mil setecientos setenta y seis lanzadas, es decir 1/7776. Esta teoría de la probabilidad no nos asegura que obtendremos el mismo número en los cinco dados, simultáneamente, aunque sea en la última lanzada; Sino que, lo que realmente significa es que existe la probabilidad de que obtengamos ese resultado en un promedio de siete mil setecientos setenta y seis lanzadas. Esto es, porque cuando se combinan eventos fortuitos probables, las probabilidades de conseguir lo que se busca se reducen inmensamente. Si queremos acertar seis números en un sorteo de lotería donde hay seis tómbolas, cada una conteniendo veinticinco bolos, la probabilidad de obtener el premio gordo sería de uno entre doscientos cuarenta y cuatro millones, ciento cuarenta mil, seiscientas veinticinco jugadas; es decir 1/244,140,625. Con razón se acumula tanto dinero en el premio mayor de la lotería de la ciudad. Sencillamente, a medida que se incrementan los eventos separados entre sí, pero que se procure obtener un resultado específico, las probabilidades se reducen a gran escala.

Las probabilidades están relacionadas con el azar, o sea, cosas que suceden de manera fortuita o por casualidad. Suceden así, simplemente porque suceden  de ese modo. No hay ningún plan ni orden para que lo que ocurre ocurra. Si queremos aplicar la teoría de las probabilidades a la existencia del universo, primero deberíamos conocer todos los posibles resultados a todas las probabilidades que hubieran podido existir antes de que todo existiera como existe. Este es el primer obstáculo para aplicar dicha teoría porque  nadie tiene ese tipo de conocimiento. Nadie sabe que probabilidad había de que existiera algo cuando no existía nada. No sabemos cuál fue la probabilidad de que en la nada se diera una condición de alta densidad de energía y calor, como supuestamente ocurrió antes del Big Bang. Nadie tiene conocimiento sobre cuál hubiera sido el resultado de que dicha condición hubiese sido un poco diferente. Muchos piensan que mientras más grande sea el cosmos, más probabilidades hay para que todo haya comenzado como la ciencia entiende que comenzó, pero es todo lo contrario. Mientras más grande es el universo más improbable se vuelve.

Pongámoslo así: Cualquier persona puede preguntarse ¿Por qué existo? Nadie tiene la respuesta a esa pregunta. La realidad es que, según la teoría de las probabilidades, nadie debería existir. Para que una persona exista, los eventos no relacionados entre sí son muchos como para que la probabilidad sea mayor que cero. Ejemplo: Digamos que Juan nació hace veinte años. Para que Juan exista hoy, en primer lugar, un espermatozoide de su papá debió juntarse con un óvulo de su mamá, exactamente veinte años y nueve meses atrás. Si hubiese sido cualquier otro espermatozoide, de entre los millones que su papá depositó en su mamá en ese momento, no hubiese nacido Juan, sino otra persona. De igual modo, pudo haber sido otro óvulo de su mamá, en un mes diferente, y otra persona hubiera nacido, quizás Juana, pero no Juan. En segundo lugar, este no es el fin de la cuestión. Para que Juan naciera con una probabilidad de uno entre millones, era necesario que su papá existiera mucho antes que él. Sin embargo, su papá también tuvo la misma poca probabilidad de existencia. Lo mismo podemos decir del caso de su mamá. Obviamente esto desata una cadena de eventos fortuitos poco probables que se extiende atrás hacia los abuelos de Juan, sus bisabuelos y tatarabuelos. Si calculamos todas esas probabilidades, realmente Juan no debería existir. Podemos argumentar -Juan no pidió existir. Simplemente resultó ser él quien llegó a la existencia. Fue algo al azar porque nadie esperaba que fuera él, específicamente, quien naciera.- Esto es cierto, no obstante, Juan existe y está muy contento de existir. Y pudiéramos suponer que si Juan hubiera tenido la posibilidad de escoger existir o no, él hubiera preferido que sea como es, aunque sus probabilidades de existencia eran prácticamente nulas, debido a demasiados eventos fortuitos, no relacionados entre sí, que tuvieron que ocurrir para que él llegara a la existencia por la cual está agradecido. Lo mismo sucede en el universo. Son tantos los eventos, no relacionados entre sí, que debieron ocurrir para que el cosmos sea como es, que su probabilidad de existencia no llega a cero. No obstante, este existe, y nosotros también llegamos a la existencia. Ahora mismo estamos felices de estar aquí y tener un lugar donde existir.

La ciencia puede argumentar que todo lo que existe se debe a las leyes de la física (y esto es cierto), pero tales leyes de la naturaleza no juegan al azar, ni se basan en las probabilidades para que las cosas, en el universo, sean como son. Estas leyes, muy precisas, permiten que ciertas cosas ocurran de la manera exacta en que deben ocurrir para que el universo nos permita existir. Aun así queda la pregunta: ¿Cómo llegaron estas leyes a la existencia luego de una explosión? Las leyes de la naturaleza no son procesos aleatorios que juegan a los dados ni a la lotería, tratando de obtener un resultado esperado, sino que todo lo que ocasionan es porque para eso precisamente están en el lugar justo, cumpliendo funciones específicas. El universo funciona de la forma precisa en que debe funcionar para que haya vida, de lo contrario no sería así. La variación más leve de cualquiera de las leyes de la física, daría un universo totalmente diferente al que existe. El Sol no sería como es. Nuestro planeta no giraría como lo hace. El agua no existiría. En fin, no estuviéramos aquí. Esto es lo que hace pensar que las probabilidades cósmicas para que todo lo que existe sea como es, y trabaje como lo hace, son muy poco probables. Nuestro planeta pudo haber estado donde está Plutón ubicado. Sin embargo, se encuentra ubicado a la justa y precisa distancia del Sol. Las probabilidades de que sea así, y no de otra forma son incalculables. El efecto de la gravedad tiene la capacidad de permitir que se desarrolle la vida. La gravedad no es ni un poco más fuerte ni un poco más débil de lo que debe ser. Las probabilidades para cosas como esas son simplemente incomprensibles. Las probabilidades de que los átomos funcionen como funcionan, son muy poco probables. Todo lo que existe tiene los elementos justos y necesarios para su existencia. Si multiplicáramos probabilidades improbables como esas por otras muchas más que se dan en el universo, también improbables, sencillamente no habría forma de escribir el número que daría como resultado dicha operación matemática.

Pensando en estos términos, algunos científicos hablan de la existencia de infinitos universos, entre los cuales está el nuestro. Creen que con esto se incrementarían las probabilidades de nuestra existencia. Sin embargo, no hay pruebas de que dichos universos existan. Si existieran, las probabilidades de que hoy estemos aquí serían menores, porque a mayor cantidad de espacio multiuniversal disponible, más eventos fortuitos, no relacionados entre sí, se necesitarían para que todos esos universos interactuaran de la forma como se supondría que lo harían. Hay probabilidades cuyo número resultante no es importante, y solo se las catalogan como imposibles. Más aun, las probabilidades de probabilidades poco probables surgiendo todas juntas  simultáneamente, luego de una gran explosión, no pueden presentar al ser humano una respuesta que dé satisfacción a la pregunta ¿Cómo surgió el universo? Ni siquiera la mente más brillante sobre la faz de la tierra es capaz de comprender el resultado de tal ecuación de probabilidades fortuitas y suertudas del cosmos.

Muchas leyes de la naturaleza dependen de otras leyes físicas, que a su vez dependen de otras. Las probabilidades de nuestra propia existencia, ya sea en un único universo o en uno entre millones, son escazas. La teoría de las probabilidades no responde a la gran pregunta del origen de todas las cosas. Hay que seguir buscando otra alternativa más allá de los números. De algún lado o de alguna forma tuvieron que surgir esas leyes físicas que gobiernan al universo. Pero, que surjan todas juntas interrelacionadas entre sí, es lo bastante complejo como para que las probabilidades sean la respuesta. Lo cierto es que nosotros existimos en un universo que existe, y nos alegramos de eso. No tenemos la explicación, desde el punto de vista científico, por qué es así y no de otro modo. Esta es una de las razones por la que escojo creer en Dios, Creador de todo cuanto existe.