¿Pecamos porque somos pecadores o somos pecadores porque pecamos? Interesante pregunta. Aunque parece un juego de palabras y ambos postulados parecieran decir prácticamente lo mismo, la realidad es que hay una marcada diferencia entre ambas afirmaciones. Al decir que pecamos porque somos pecadores estamos diciendo que somos pecadores por default, es decir al mismo momento de nacer ya tenemos pecado. Decir lo opuesto, somos pecadores porque pecamos estamos diciendo que puesto que nosotros mismos cometemos pecado esto nos hace pecadores. Recientemente tuvimos un debate al respecto en facebook y esto es lo que me motivó a escribir este artículo. Creo que es bueno que tengamos bien claro la diferencia entre ambas cosas y que nos basemos en un claro así ha dicho Jehová. Perdona si soy redundante, pero el tema hay que explicarlo bien. Aquellos que sostienen que somos pecadores al nacer, lo hacen basándose en la idea o concepto llamado –pecado original-. Un portal católico en línea dice:
“Adán y Eva se dejaron engañar por el demonio y desobedecieron a Dios. Este fue el primer pecado en la tierra: el pecado original, y por esto todos los descendientes de Adán y Eva, excepto la Santísima Virgen María, venimos al mundo con el pecado original en el alma, y con las consecuencias de aquel primer pecado, que se nos transmite por generación.”
Según la doctrina católica todos los seres humanos venimos al mundo trayendo el pecado de Adán sobre nosotros. Ya somos culpables de pecado al nacer, pero no por nuestro propio pecado sino por el que Adán cometió al desobedecer a Dios. Es por esto que la iglesia romana bautiza a los niños pequeños porque, según dicen, si mueren siendo culpables van al “infierno”, así que para salvarlos de las “llamas eternas” hay que bautizarlos cuanto antes. Nota, querido amigo o amiga, que ellos afirman que solo María la madre de Jesús nació sin este pecado original, y esto porque la biblia claramente enseña que Jesús no fue pecador. Dicho de otra forma, si María hubiera sido pecadora, entonces Jesús también habría nacido pecador como consecuencia del pecado original en el “alma” de su madre. Así que la teología católica asegura que la madre de Cristo, al igual que él, fue concebida por obra y gracia del Espíritu Santo, por lo tanto ella estaba libre de ese pecado original, y su hijo Jesús, por ende, nació libre de él también. Pero de ser esto cierto, entonces la madre de María, abuela de Jesús, necesariamente debería haber nacido de la misma manera, porque si la abuela de Jesús era pecadora, entonces María lo era también y por consiguiente Jesús. Esto, de ser verdad, desata una cadena que no tendría fin sino solo en Eva misma.
Algo cierto sí tiene el párrafo católico que leímos más arriba y esto es que nosotros los seres humanos venimos al mundo con las consecuencias del pecado de Adán. Cuando Adán cayó en pecado su naturaleza libre de pecado fue corrompida. Antes del pecado Adán no tenía una inclinación al mal. Eva tampoco. Su deleite era hacer el bien y lo que Dios les pedía que hicieran, sin embargo cuando Eva fue engañada por Satanás y pecó, y cuando Adán vio el pecado de su mujer y decidió pecar también, su santidad desapareció. Se dieron cuenta que estaban desnudos y se escondieron de la presencia de Dios. Adán y Eva comenzaron a pelearse entre ellos y a acusarse mutuamente. La armonía que habían tenido con Dios desapareció, y fueron esclavos del poder del pecado. El mal comenzó a dominarlos y hacer el bien ya no era su deleite. Desde ahí, el ser humano no es capaz de estar delante de Dios. Al nacer Caín y Abel sus hijos, nacieron con esta naturaleza caída pecaminosa y nosotros hoy también la cargamos encima. Tenemos una naturaleza pecaminosa caída inclinada a hacer el mal. Nacemos con las consecuencias del pecado de Adán, esto es muy cierto, pero no con su culpa. Cuando un bebe nace, trae en su naturaleza la tendencia a hacer lo malo, no hay dudas, pero no es culpable de un pecado que no cometió. El niño eventualmente pecará, porque su naturaleza así lo llevará a hacerlo y esto lo convertirá en pecador. Así lo enseña la biblia. Veamos algunos textos bíblicos. Primero leamos el principal versículo utilizado para sostener que somos pecadores de nacimiento.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir. Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios por la gracia de un hombre, Jesucristo. Y con el don no sucede como en el caso de aquel uno que pecó; porque ciertamente el juicio vino a causa de un solo pecado para condenación, pero el don vino a causa de muchas transgresiones para justificación. Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos. Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.” Romanos 5:12-21
Primero el apóstol Pablo dice que el pecado entró al mundo por Adán y como consecuencia de este la muerte y todos, sin excepción, pecaron. Por definición bíblica el pecado es transgredir la ley de Dios, 1 Juan 3:4. Así que cuando Adán pecó, debió haber transgredido algún mandato Divino porque el mismo apóstol dice que donde no hay ley no se inculpa de pecado. Así que cuando dice todos pecaron, todos deben haber transgredido conscientemente de una forma u otra la ley de Dios al igual que Adán. El apóstol claramente hace una diferencia entre el pecado de Adán y el pecado del resto de la humanidad cuando dice que reinó la muerte aun en los que no pecaron a la manera de Adán. Luego Pablo habla sobre juicio y condenación a todos los hombres como consecuencia del pecado de un solo hombre, pero también habla de justificación, gracia y vida, en un don, es a saber Jesucristo, quien vino no como consecuencia de un solo pecado sino por las “muchas transgresiones de los muchos”. Esto implica claramente que el enfoque del apóstol es mostrar lo maravilloso del amor de Dios. No importó que tan grave fue el problema del pecado cuando entró en el mundo, la solución provista lo sobrepasó. Entonces viene la parte interesante. Si tomamos la parte que dice que por la desobediencia de un solo los muchos son constituidos pecadores literalmente, es decir, al nacer todos somos pecadores por el pecado de Adán automáticamente, querámoslo o no, y estamos condenados a perecer en el juicio de Dios por ese mismo pecado aun sin cometer ningún otro, ¿Por qué no tomar literalmente también la parte que dice que por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos? ¿Por qué los bebes después de Cristo no nacen con la obediencia de este, pero si con la culpa de Adán?
Viendo el contexto podemos decir lo siguiente: La muerte no entró en el mundo por todos los pecados de cada uno de nosotros, sino solo por el pecado de Adán, y de ahí sus efectos pasaron a todos nosotros. La humanidad entera cayó en pecado. Nacemos en pecado y con inclinación al pecado y como consecuencia pecamos y somos pecadores. Por esto todos morimos. Esta muerte que entró en el mundo no se refiere a la muerte eterna o castigo final de Dios como paga del pecado, Romanos 6:23, sino a la muerte física de la cual todos participamos. Como Adán desoyó la voz de Dios y transgredió su mandato, él murió y así morimos todos, la muerte pasajera porque todos estamos sujetos al poder del pecado. Los efectos del pecado de Adán se han transmitido a todos nosotros. La inclinación al pecado nos ha llegado a todos. Por eso todos estamos destituidos de la gloria de Dios. Aun los bebes están sujetos a la muerte sin haber pecado. Ahora bien, nadie sufrirá la muerte eterna, la condenación o llámese también juicio solo por la transgresión que Adán cometió, porque la biblia dice que cada uno será juzgado conforme a sus obras, Apocalipsis 20:12, 13. En la biblia es claro que no todos participan en el resultado de la obediencia de Cristo automáticamente. Aunque todos somos llamados a obedecer como él lo hizo, no todos obedecerán. Así mismo todos no somos pecadores solo por nacer en este mundo, porque de ser así también los animales serían pecadores; O dicho de otra forma, todos no somos responsables por el mismo pecado, es a saber el de Adán, sino que cada quien será responsable de su propio pecado. Dicho más simplificado todavía, el pecado mismo de Adán no se transmitió a todos sino solo sus consecuencias, así mismo la obediencia misma de Cristo tampoco se transmitió a todos sino solo su ejemplo y poder para obedecer. Pablo declara este mismo concepto una vez más en 1 Corintios 15:21-23
“Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.”
Claramente vemos que Pablo se refiere a la muerte temporal como consecuencia del pecado de Adán y no al castigo Divino eterno. Esta muerte pasó a todos, así como también la inclinación hacia al pecado. Todos hemos pecado, pero no aquel singular pecado en sí mismo. Igual la vivificación de Cristo no será para todos, sino solo para los que son Suyos. Nuestra naturaleza caída nos lleva al pecado. El salmista dijo:
“He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.” Salmo 51:5
David reconocía su naturaleza pecaminosa desde su nacimiento, sin embargo pidió perdón por su propio pecado más arriba en el mismo salmo. Nosotros hoy nacemos en el pecado, no hay nada que podamos hacer al respecto. Es lo mismo cuando nacimos en el país que nacimos, nada pudimos hacer acerca de eso, esa es nuestra raza o nacionalidad. En este caso esta es nuestra naturaleza, una naturaleza caída y pecaminosa, sin embargo no es lo mismo decir que nacemos pecadores. Pablo personifica al pecado y dice que este entró en el mundo. En Romanos 8:3 dice que Cristo condenó al pecado por lo tanto si decimos que nacemos pecadores estamos implicando que estamos condenados a muerte eterna en el mismísimo momento de nuestro nacimiento por un pecado que no es nuestro.
Otra definición bíblica de pecado es la siguiente:
“al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado.” Santiago 4:17
Un bebe recién nacido no tiene conocimiento del bien ni del mal, ni siquiera tiene conocimiento de su propia existencia ¿Cómo pues podría escoger hacer una cosa o la otra? ¿Cómo podría reconocer a un Salvador? Su naturaleza pecaminosa lo hará pecar, sí, pero aun así todavía tendría que hacer una decisión cuando tenga conocimiento. La biblia dice:
“Porque antes que el niño sepa desechar lo malo y escoger lo bueno, la tierra de los dos reyes que tú temes será abandonada.” Isaías 7:16
Hay un periodo en nuestra existencia en el cual no tenemos conciencia de lo que es pecado. Todos hemos pasado por ahí pero no lo recordamos. Si decimos que nacemos pecadores, Dios ya nos ha condenado desde el nacimiento y por ende se ha separado de nosotros desde la misma concepción. Jesús cuando cargó nuestro pecado sintió la separación de Dios y exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” Mateo 27:46. Pero la biblia no presenta que suceda así durante la concepción ni gestación, por lo menos no en ciertos bebés. El rey David dijo:
“Pero tú eres el que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.” Salmo 22:9, 10
“En ti he sido sustentado desde el vientre; De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; De ti será siempre mi alabanza.” Salmo 71:6
“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” Salmo 139:13-16
Al profeta Jeremías cuando Dios lo llamó le dijo:
“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” Jeremías 1:5
Mucho antes de nacer Jeremías Dios ya lo conocía y lo había apartado para un uso santo, lo había santificado. ¿Cómo podría ser esto, si primero Jeremías debía ser librado del pecado original que cargaba? Nota amigo mío, estimada amiga que Dios no dijo que lo hubiera perdonado o limpiado de su pecado en el vientre, sino que lo había separado para un uso exclusivo de Él. Lo mismo sucedió con Sansón, Dios lo escogió desde el vientre, pero en su historia vemos que aunque Dios mismo te escoja antes de nacer, la decisión de hacer el bien o el mal recae enteramente sobre ti. Vemos que tan pronto Sansón pudo hacer su propia voluntad escogió pecar.
Es cierto que los niños pequeños hacen rabietas, y esto es porque eso está en nuestra naturaleza. Sin embargo el niñito que llora malcriadamente porque le quitan un juguete no sabe lo que está haciendo. A un perro que le quitemos su comida gruñirá ferozmente, ¿Está pecando el perro? Jesús mismo oró diciendo: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen.” Es difícil entonces afirmar que un niño esté condenado al castigo eterno de Dios por el pecado ajeno, cuando ni siquiera él está consciente de ello. Jesús mismo dijo:
”Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.” Marcos 10:14, 15.
En otra ocasión llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos, y dijo:
”De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe.” Mateo 18:18
A la vista de Dios los niños tienen cierto grado de inocencia, una inocencia que los ayuda a ser mansos, sumisos y obedientes. Los niños no tienen ese egoísmo y ese deseo de supremacía que nos domina a todos a medida que crecemos. No es sino hasta cuando los niños aprenden de los adultos a hacer maldad cuando ellos pierden esta inocencia. Al crecer entonces el pecado de los niños es ya su responsabilidad. Cada quien debe dar cuentas de sus propios actos. Al profeta Ezequiel se le dijo:
“El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él.” Ezequiel 18:20
Alguien puso el siguiente ejemplo: Una mujer fumadora, puede fumar por mucho tiempo y verse afectada su salud por ello. Si queda embarazada y da a luz un niño, el niño de seguro llevará las consecuencias del pecado de su madre, pero no su culpa. Esta es la realidad bíblica. No nacemos pecadores por el pecado de Adán, sino que somos pecadores porque nosotros mismos pecamos. Esta es nuestra naturaleza. Estamos codificados, si se quiere, a pecar. Pero aun así tenemos la opción de no hacerlo. Una vez tenemos raciocinio, conciencia, conocimiento, Dios nos llama a sí mismo. Pero podemos escoger apartarnos de Él. Nosotros nacemos en un mundo pecador, pero no nos damos cuenta de nuestra condición sino hasta que nos enfrentamos personalmente a la ley de Dios que condena nuestros actos pecaminosos. La ley condena al pecado, no al pecador. Dios quiere salvar a los pecadores de sus pecados y por eso vino al mundo a morir por nosotros. Tú y yo que ya estamos crecidos tenemos la oportunidad de hacer el bien, de luchar contra el pecado en nuestras vidas, lo cual no es tarea fácil según el testimonio del apóstol Pablo en Romanos 7 y 8, sin embargo, Cristo nos libró del pecado con su muerte (si lo hemos aceptado) y nos garantiza la victoria sobre él si morimos al pecado, es decir si no seguimos nuestra naturaleza caída pecaminosa, y dejamos que El nos haga participes de Su naturaleza Divina. Pedro escribió:
“Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús. Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” 2 Pedro 2-4.
Querido amigo, apreciada amiga, mis pecados han hecho separación entre Dios y yo, asimismo tus pecados han hecho separación entre Dios y tu. Isaías 59:2, pero ahora Dios nos llama a reconciliarnos con El. Entreguémosle enteramente nuestras vidas y El nos dará la victoria sobre el pecado.
Foto tomada de: answersingenesis.org
https://www.aciprensa.com/Catecismo/pecado.htm
http://christianity.stackexchange.com/questions/1600/are-we-born-sinners