La Extraña Obra de Dios

En la era en que vivimos, al cristianismo se le está haciendo difícil seguir contemplando la naturaleza de Dios como se muestra en la biblia. Esta, presenta a un Dios justo y santo. Lo presenta como un Ser no transigente. La biblia presenta a un Dios que no cambia, cuyo carácter es el mismo ayer, hoy y por lo siglos. Pero, hay un rasgo en Su carácter que, actualmente, preferimos obviar o minimizar, porque a nuestro parecer no concuerda con el Dios amante al que decimos servir. No queremos ver a un Dios que castiga y ejecuta juicios. A esto se le llama la extraña obra de Dios. Preferimos ver a un Dios que nos deja sufrir las consecuencias de nuestras acciones, sin que Él tenga nada que ver. Esto en parte por lo que escribió el apóstol Pablo:

     “No os engañéis, Dios no puede ser burlado; porque todo lo que el hombre sembrare, esto también segara.” Gálatas 6:7

Así como es cierto que Dios nos deja acarrear con las consecuencias de nuestros actos, también es cierto que Dios mismo ejecuta el castigo divino en ciertas circunstancias. La biblia está llena de ejemplos que, hoy por hoy, muchas veces optamos por evadir, especialmente cuando los incrédulos nos preguntan como un Dios de amor daba órdenes como:

     “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.” 1 Samuel 15:3

¿Cómo es que un Dios de amor manda a matar a todo el mundo, incluyendo bebés? ¿Dónde está dicho amor? ¿Un Dios que castiga es amante? Por difícil y duro que suene, este rasgo retributivo es parte del carácter de un Dios amante, santo, y justo, y no podemos ni debemos obviarlo, porque al hacerlo, estaríamos creyendo en un dios, pero no en el Dios que revela la biblia. Debemos creer en el Dios de la biblia, tal como esta lo presenta, aun no lo entendamos. En las Escrituras, este proceder de Dios se describe como “Su extraña obra.” En Isaías 28:21 dice:

     “Porque Jehová se levantará como en el monte Perazim, como en el valle de Gabaón se enojará; para hacer su obra, su extraña obra, y para hacer su operación, su extraña operación.”

En el monte Perazim y en el valle de Gabaón, Dios, por medio de David, derrotó a los filisteos, quienes venían contra el recién ungido rey de Israel (1 Crónicas 14:8-16). Esta obra de quitar la vida a criaturas creadas por Él, es una que Dios no disfruta, pero que, cuando llega el momento de hacerla, Dios la hace. Dios mismo dijo:

     “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.” Ezequiel 18:32

     “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia.” Deuteronomio 30:19

Dios no se deleita en castigar ni en juzgar, pero Su carácter santo y justo, demanda que Sus criaturas escojan servirle por amor, y no rebelarse contra Su gobierno abiertamente. Así como Dios da la vida, así mismo Él tiene el poder y el derecho de quitarla. Éxodo 34:6, 7 dice:

     “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado…”

Ezequiel 18:23, 24 declara:

     “¿Quiero yo la muerte del impío? dice Jehová el Señor. ¿No vivirá, si se apartare de sus caminos? Mas si el justo se apartare de su justicia y cometiere maldad, e hiciere conforme a todas las abominaciones que el impío hizo, ¿vivirá él? Ninguna de las justicias que hizo le serán tenidas en cuenta; por su rebelión con que prevaricó, y por el pecado que cometió, por ello morirá.” 

Dios corre bastante con el ser humano, le prolonga Su misericordia y Su gracia, dándole oportunidad para que cambie su actitud de rebelión contra el dador de la vida. Dios tiene misericordia, soporta en Su paciencia divina por largo tiempo. Sin embargo, esta misericordia, Su paciencia y Su gracia, tienen un límite. Las ciudades de Sodoma y Gomorra son un claro ejemplo sobre qué pasa cuando este límite es traspasado. Dios mismo descendió para hablar con Su siervo Abraham acerca del castigo que traería sobre las ciudades de la llanura.

     “Entonces Jehová le dijo: Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo, descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré.” Génesis 18:20, 21

En aquella ocasión, Dios estaba dispuesto a perdonar las impías ciudades, si tan solo se hubieran hallado en ellas diez personas justas. Su misericordia se extendería un poco más para con los miles de impíos habitantes de aquel lugar. Tan solo un reducido número de creyentes era requerido. Tal no fue el caso. Lo mismo sucedió con el mundo antediluviano. A Dios le pesó en Su corazón haber creado al hombre porque la maldad era mucha, y sus pensamientos eran solo hacia el mal. Dios determinó:

     “Raeré de sobre la faz de la tierra a los hombres que he creado, desde el hombre hasta la bestia, y hasta el reptil y las aves del cielo; pues me arrepiento de haberlos hecho.” Génesis 6:7

Si no hubiese sido por la misericordia de Dios, Su gracia, hoy no estuviéramos aquí. Entre todo un mundo lleno de personas impías y corrompidas, solo uno halló gracia ante Dios, Noé, y él junto a su familia fue salvado de la destrucción total del planeta. La biblia es clara en mostrar a Dios ejecutando Sus juicios y castigos sobre los hijos de los hombres.

Hoy en día, muchos piensan que Dios ya no actúa así como lo hizo en el Antiguo Testamento. ¿Habrá cambiado Dios? ¿Ahora Él es solo todo amor? ¿Es diferente el Dios del Antiguo Testamento al Dios del Nuevo Testamento? La biblia es coherente al presentar el carácter de Dios en ambos Testamentos. Jesús, en ningún momento se distanció del Dios presentado en el Antiguo Testamento. Sino que lo identificó como Su Padre. Jesús nunca enseñó que habría un cambio de actitud de parte de Dios hacia los pecadores de ahí en adelante. Cristo no mostró solo el amor de Dios, porque Él no solo cuenta con este atributo. Si bien Jesús dijo que había venido al mundo, enviado por su Padre, para que todo el que creyese tuviese vida eterna, también dijo que todo el que no creyese tendría condenación y muerte.

     “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” Juan 3:36

Si bien a partir de la venida de Cristo, Dios ha pausado, por decirlo de alguna manera, ejecutar sus juicios directos sobre los seres humanos, esto no indica que Él haya cambiado su manera de actuar. Dios, en el tiempo presente, está prolongando Su misericordia un poco de tiempo más con una razón. El apóstol Pedro escribió lo siguiente:

     “…en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento?…Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra…por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados…para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos…El Señor no retarda su promesa…sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el día del Señor vendrá…en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas.” 2 Pedro 3:3-10

Como en el tiempo antiguo, Dios hoy está corriendo con la humanidad. Nos está prolongando Su misericordia como lo hizo en el mundo de antaño. Su amor, Su gracia, Su paciencia están presentes en el mundo actual, y quizás por esto mismo, los cristianos preferimos olvidarnos de la extraña obra que Dios ha realizado en ocasiones pasadas. Sin embargo, tan ciertamente como Dios ejecutaba Sus juicios en la antigüedad, así mismo lo volverá hacer, una vez Su paciencia se agote. El apóstol Pablo, quien se enfocó mucho en la gracia de Dios y Su perdón para nosotros pecadores, no se olvidó en ningún momento de la parte retributiva del carácter de Dios. En varios textos él muestra esto claramente.

     “Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios.”  Romanos 2:5

     “…fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos;ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia.” Efesios 5:3-6

En el último libro del Nuevo Testamento, el apóstol Juan describe como Dios derramará sobre este mundo Su ira sin mezcla de misericordia, una vez acabe el tiempo de gracia que Él ha determinado para la humanidad actual. Ángeles santos serán los comisionados a derramar las siete postreras plagas sobre la tierra. Así como Faraón y todo Egipto sufrieron el castigo divino por rehusar dejar ir a los hijos de Israel, todos los rebeldes del tiempo final sufrirán las plagas divinas (Apocalipsis 14:10; 15:7; 16:1). En una parte Juan lo describe así:

     “Y cayó del cielo sobre los hombres un enorme granizo como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo; porque su plaga fue sobremanera grande.” Apocalipsis 16:21

Hace cerca de dos mil años, Cristo vino para mostrarnos el amor del Padre celestial. Vino como un cordero para darnos a entender lo grande del amor de Dios. Pero tristemente, todos aquellos que rechacen dicho amor, tendrán que enfrentarse con Él, pero ya no como el inocente cordero que una vez dio su vida, sino como el juez de toda la tierra, quien pagará a cada uno conforme a sus obras, Romanos 2:6. Aquellos que no le hayan aceptado recibirán la sentencia:

     “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles…E irán éstos al castigo eterno…» Mateo 25:41-46

El carácter de Dios es el mismo en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Si bien hoy no podemos explicar con certeza el por qué Dios ordenaba la matanza de naciones completas, o por qué Él mismo las aniquilaba, esto no cambia Su carácter. Si bien no debemos servir a Dios por temor, sino por amor, porque Él nos amó primero, ¿Cómo podremos nosotros, seres creados, cuestionar Su forma de proceder por no entenderla? Dios dice:

     “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca.” Romanos 9:15

El apóstol Pablo cuestiona:

     “Más antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios?” Romanos 9:20

Como cristianos actuales, en lugar de querer limitar a Dios a nuestro propio concepto de amor, sería bueno que profundizáramos en la revelación completa que Él hace de Sí mismo en las Escrituras. Por mucho que nos esforcemos por entender a Dios, nunca lo lograremos, pues nuestra mente finita no es capaz de comprender lo infinito. La biblia presenta con toda claridad que Dios, así como puede crear, puede también destruir. Su amor no limita sus juicios. A Él no le place hacer su obra extraña, pero cuando es necesario la hace. Las Escrituras nos dicen que Dios está aguardando un día para derramar Su ira sobre este mundo impenitente, pero todavía hoy, nos extiende Su gracia y misericordia. Aprovechemos este tiempo.

     “Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo.” 1 Tesalonicenses 5:9

Fuente de la foto: www.bibleinfo.com