En más de una ocasión he participado en alguna campaña evangelística en mi iglesia local. He tomado parte de la coordinación de los participantes para la plataforma. Como también he servido como maestro de ceremonias. Asimismo he tenido la oportunidad de ser el orador invitado, es decir, quien presenta los mensajes bíblicos durante la campaña. He servido como evangelista en más de una iglesia, en diferentes países. Sin embargo, yo pudiera cometer el error de pensar que, puesto que ya he hecho eso, no tengo que hacer ningún otro esfuerzo, de manera personal, por evangelizar más almas. Eso mismo pudiera pasarle a cualquier otro miembro de iglesia. Pudiera pensar que el evangelismo en conjunto ya es suficiente.
Al hablar sobre evangelismo, debemos hacer diferencia entre el evangelismo personal y el evangelismo colectivo de la iglesia. Como es sabido, la función de la iglesia es evangelizar. Según el diccionario, evangelizar es: Dar a conocer la doctrina cristiana del evangelio. En términos bíblicos, evangelizar es dar las buenas noticias a otros. ¿Cuáles buenas noticias? Las buenas noticias de salvación. Dicho de otra manera, decirle al mundo que Dios dio a Su hijo para que seamos salvos del pecado y la maldad que impera en esta tierra. Que Él nos ofrece vida eterna, más allá de la muerte. Esta información esperanzadora debe ser transmitida por los creyentes a todos aquellos que todavía no la saben. Es por esto que las iglesias, periódicamente, organizan series evangelísticas como las que mencionaba al principio.
A parte del esfuerzo que las iglesias cristianas hacen por evangelizar, yo mismo, como individuo, soy llamado por Dios a hacer mi parte en llevar estas buenas nuevas a aquellos que todavía no la conocen. Cuando Cristo fundó Su iglesia, Él les dio la gran comisión que hoy llega hasta nosotros.
“Id y haced discípulos a todas las naciones…enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado…” Mateo 28:19, 20.
Este mandato, Cristo lo dio a Sus discípulos en conjunto. No obstante, aunque ellos lo acataron como grupo, también lo hicieron de manera personal. Según la tradición, los apóstoles se esparcieron por todo el mundo, llegando a evangelizar en lugares que no se mencionan en la biblia. Se dice que Tomas llegó hasta la India. En la biblia encontramos los continuos viajes del apóstol Pablo por toda la civilización greco-romana de aquel entonces. Aunque la directiva de la iglesia formada por Cristo quedó en Jerusalén, el objetivo principal de dicha iglesia no era quedarse allí, sino expandirse por el mundo llevando el mensaje de salvación a todos.
En el mundo actual, con las tantas preocupaciones y quehaceres que enfrentamos día tras día, corremos el riesgo de estancarnos dentro de nuestras iglesias, ministrándonos a nosotros mismos, y olvidándonos de los que están perdidos en el mundo. Corremos el riesgo de solo predicarnos a nosotros mismos, acomodándonos en nuestros bancos de iglesia, y olvidarnos de los de afuera. Pero ese no es el llamado de Cristo. Jesús dijo:
“Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos.” Lucas 5:31
Si bien es cierto que los que están dentro de la iglesia necesitan el alimento espiritual, y debemos suplirlo, no es menos cierto que esto no nos quita la responsabilidad que tenemos delante de Dios, de alcanzar a aquellos que todavía no conocen el mensaje de salvación. Cristo lo ilustró de la siguiente manera:
“¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y una de ellas se pierde, no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la que está perdida hasta que la halla?” Lucas 15:4
A parte de la responsabilidad que tenemos como iglesia, es nuestro deber individual hacer todo el esfuerzo que esté a nuestro alcance para alcanzar, valga la redundancia, a los descarriados y perdidos. El evangelista Mike Francen dijo: “Debemos ser pescadores de hombres, no guardianes del acuario.” Esa es una poderosa frase. Muchos podemos caer en la tentación de mantenernos entretenidos en nuestros templos sábado tras sábado, y olvidarnos de los que todavía no gozan de la salvación de Dios. En una carta escrita en el 1889, Elena G. White, co-fundadora de la Iglesia Adventista del Séptimo Día escribió:
“A cada hombre Dios ha señalado su obra, de acuerdo con sus capacidades y aptitudes. Necesitan efectuarse planes sabios para colocar a cada uno en su propia esfera en el trabajo, a fin de que pueda obtener la experiencia que lo capacite para llevar responsabilidades crecientes.”
Cada uno de nosotros ha sido colocado por Dios en algún lugar donde podemos alcanzar a otros, de alguna forma. Ya sea en la escuela, en el trabajo, o en el edificio donde vivimos. De acuerdo con nuestras capacidades podemos transmitir el mensaje de salvación a aquellos con quienes nos relacionamos. Puede ser algo tan sencillo como un saludo cordial al vecino de al lado, acompañado de un -Dios te bendiga en el día de hoy.- Eventualmente, ese saludo puede abrir la puerta para que tu vecino te invite a hablarle más sobre Dios.
Lo primero que debemos hacer para comenzar a evangelizar, de manera personal, es identificar como podemos hacerlo. Conozco a una chica que regala, a todos los que puede, pequeños marcadores de libros con versículos bíblicos. Nadie los rechaza porque son unos marcadores que tienen unas lindas ovejitas impresas. De manera particular, mi esposa y yo hemos identificado como evangelizar personalmente en nuestros respectivos trabajos. Disculpa que nos ponga de ejemplo. Mi esposa tiene la responsabilidad de cuidar personas con alguna incapacidad física. Así que en su trabajo, ella se toma la libertad de orar con cualquier paciente que tenga. Cuando tiene que trasladar a alguien a una cita médica, ella ora antes de comenzar el viaje. Es tan así, que si por alguna razón ella se olvida de hacerlo, el o la paciente se lo recuerda. En el caso mío, yo transporto personas constantemente de un sitio a otro en toda la ciudad de Miami. No conozco a ninguna de las personas que transporto, por lo tanto no puedo estrechar una amistad con ninguna de ellas. Así que la forma en que puedo darles a entender las buenas nuevas de salvación, es a través de la música cristiana que tengo puesta en mi vehículo. La coloco en un volumen agradable al oído, pero que todavía se puede conversar sin tener que alzar la voz. Casi todos los días, alguien me pregunta algo relacionado con la música, la iglesia, o la religión. Eso me da la oportunidad de testificar. No todos reaccionan favorablemente, de hecho, muchos no dicen nada. Sin embargo, escuchan el mensaje de manera cantada y meditan en él.
Ahora tú, amigo o amiga que leíste estas líneas, ¿De qué forma puedes tú evangelizar? Pídele a Dios que te lo muestre. Estoy seguro que lo hará.