Querido amigo, permíteme tomarme la libertad de analizar el tema del racismo actual, de manera general, desde mi propia perspectiva. Crecí en la Republica Dominicana, un país donde el 70% o más de la población es una amalgama de diferentes razas. Dominicana tiene raíces africanas, europeas e indígenas. El color de piel que domina entre el pueblo dominicano es el color canela. Me refiero al color de la piel netamente, no a la raza. Dentro de ese color canela predominante en la población dominicana, hay diferentes rasgos físicos en las caras de las personas. Hay quienes tienen labios gruesos, pero también hay quienes tienen labios finos. Hay quienes tienen nariz ancha, como es mi caso, pero también hay quienes tienen nariz estrecha. Algunos tienen cabello o pelo “bueno” (lacio), otros tienen pelo “malo” (rizado u ondulado) como es mi caso. Además hay personas de la raza blanca netamente, así como las hay de la raza negra. En Dominicana se encuentra personas de todos los matices y todos los colores. Aunque algunos pretenden hacerlo, no es fácil etiquetar a todos los dominicanos bajo una sola raza, de hecho es imposible. Porque así como David Ortiz, el big papi, es dominicano, de la misma manera lo es Juan Luis Guerra. Esta situación de mezcolanza de razas no es exclusiva de la Republica Dominicana. En Brasil se da el mismo caso. En ese gran país sudamericano hay una situación similar a la dominicana.
En mi caso particular, yo nunca me había enfrentado al racismo, sino hasta que salí de mi país, mezclado racialmente, y vine a estudiar a los Estados Unidos en el año 1999. Recuerdo que estando en el colegio, donde estudiaba interno, me tocó como compañero de habitación un chico negro de una pequeña isla en el Caribe. El segundo día de estar allí, me amisté con un chico blanco de Sudamérica. El sudamericano me preguntó que como podía ser compañero de habitación de un negro. Me dijo que donde estaban esas personas a él no le gustaba estar. Un día después, mientras me ponía gel en el pelo, mi compañero de habitación me dijo que los negros no se ponen gel en el cabello. A lo cual yo respondí que no era negro. Eso generó un debate entre él, yo, y un mexicano que vino en mi defensa. Esos episodios y otros, me dieron a entender que el grado de negrura de mi piel depende del grado de prejuicio que tenga la persona que me etiquete. Y eso es lo más chocante del racismo, el color negro en la piel se atenúa o se agudiza dependiendo del país y/o la posición social de la persona de raza negra.
En mi caso, he sido etiquetado de diferentes maneras en diferentes sitios. Una vez en las islas Canarias, los oficiales de migración asumieron que yo era marroquí, y me revisaron hasta las orejas. En Zimbabue, los africanos me etiquetaron como “de color”, haciendo diferencia entre el color de su piel y la mía. En Colombia me dijeron que yo era negrito y que parecía de la costa de ese país. En México me llamaron mezclado, y en Perú moreno. Cuando me casé con mi esposa en Cuba, todos me veían como el mulato casándose con la blanca. En Tonga, en el Pacifico Sur, yo parecía un isleño más de la Polinesia. Aquí en Estados Unidos, los negros americanos siempre han querido que yo me identifique con ellos, mientras que los blancos me preguntan si mi papa es blanco. Una vez un afroamericano me dijo que yo soy negro, pero de piel clara. En España me etiquetaron como sudaca, junto con todos los sudamericanos, y en Tailandia simplemente como americano, así como nosotros etiquetamos a todos los europeos, sin importar su país de procedencia. En la escuela una chica jamaiquina me llamaba brown boy o chico marrón. En fin, me he dado cuenta a lo largo de los años que el racismo, más que diferencias étnicas, es el arraigo de una forma de pensar en el corazón.
El diccionario define la palabra racismo como: Ideología que defiende la superioridad de una raza sobre las demás, y la necesidad de mantenerla aislada o separada del resto de una comunidad o país. En el mundo occidental en el que vivimos, el racismo se ha impuesto de manera sistemática en la sociedad. La raza blanca predomina sobre cualquier otra raza. Estados Unidos es el clásico ejemplo. Los negros y los blancos pertenecen al mismo país; Sin embargo, los negros son marginados muchas veces. En este país es tanta la división entre blancos y negros que las culturas y los acentos de las dos razas son diferentes. A los negros americanos se les llama afroamericanos, haciendo referencia a su lugar de origen, aunque nunca en su vida hayan visitado África. Pero, si tomamos el lugar de origen de las personas para ponerles el gentilicio, a los blancos americanos deberíamos llamarlos euroamericanos, y no lo hacemos. Entonces, ¿Por qué hacerlo con los negros? Porque al hacerlo, de algún modo estamos diciendo que no pertenecen aquí o no tienen los mismos derechos que los blancos.
Para los blancos americanos, los latinos también somos inferiores. A todos nos etiquetan como latinos, sin importar el color de nuestra piel. Los blancos latinos, a los ojos de ellos, no son blancos. Es decir, el blanco americano es más blanco que el blanco hispano, o quizás es un mejor blanco. Es algo sin sentido, pero así es. Permíteme aclarar que no todos los blancos son racistas, y también hay negros racistas. Lo más triste de todo esto es que esta mentalidad se pretende exportar también a nuestros países, para dividirnos así como está dividido este país. Ahora se utilizan palabras como afro dominicano, afro cubano, afro venezolano, etc. La regla de -1 gota- que los gringos implementaron en los tiempos de la esclavitud, hoy tratan de transmitirla a nuestra cultura hispana también. Esta regla exigía que si en tu sangre había 1 gota de sangre negra, automáticamente tú eras negro, fin de la cuestión. La cultura racista no admite mulatos, mestizos, trigueños, ni jabaos. Hoy, el racismo y la discriminación, muchas veces, se nos inculcan desde chiquitos. En España, un niño una vez me preguntó: -Si todos los dominicanos son negros. ¿Por qué tú eres tan clarito?
La palabra negro ha llegado a ser ofensiva, al punto de que más de un lio se ha armado en algún lugar. Pregunto, ¿Por qué los blancos no se ofenden cuando les gritamos blancos? Porque en la sociedad se ha atribuido una inferioridad a la palabra negro, y no solo a la palabra, sino a la raza negra en general. Especialmente por todo el contexto que implicaba la palabra en los tiempos de la esclavitud. Esa triste historia de la humanidad ha dejado muchas heridas en los corazones de los de raza negra en este lado del mundo.
Nosotros los cristianos que sabemos que todos somos hechura de Dios, debemos alejarnos de todo rastro de racismo en nuestro comportamiento. Puse a Estados Unidos como ejemplo, porque es el país donde resido actualmente, y porque estoy mejor informado. Pero he sabido de casos de países sudamericanos, donde pastores cristianos han rechazado a buenos pretendientes cristianos de sus hijas solo por ser negros, así de sencillo. Solo por no querer echar a perder la raza. Aquí mismo en Miami se ve divisiones por cuestiones de raza en algunas iglesias hispanas. Quizás alguien que lea esto piense que lo digo porque soy negro y me siento aludido. Permíteme aclarar que una de las tantas cosas por las cuales le doy gracias a Dios en mi vida, es haber nacido en un país, donde sin importar el color de la piel, o los rasgos físicos, todos somos considerados iguales. No quiero decir con esto que no hay racistas dominicanos, porque donde quiera hay de todo. Pero en su mayoría, el dominicano de a pie, no está pendiente de si eres más blanco o más negro que yo, sencillamente somos dominicanos y nos queremos como tal. Y eso es lo que Dios quiere y espera de nosotros. Que no nos creamos superiores a los demás solo porque mi raza “supuestamente” es mejor que la tuya. Esa mentalidad debemos sacarla de nuestra cabeza. Yo he tenido que adaptarme a la idea de las diferencias de raza y a la superioridad de una raza sobre la otra. Para mí fue chocante al principio darme cuenta que hay países donde una raza predomina sobre otra, y que la raza minoritaria es discriminada o etiquetada de alguna forma. Pero Cristo nos pide que todos nos tratemos con amor. No importa que se nos haya enseñado.
A todo esto, recordemos que Dios ha prometido que un día, no muy lejano, todos podremos estar en un mundo donde la raza no será causa de división y discordia. ¿Seremos todos blancos o seremos todos negros? No sé. Pero si sé que debemos acostumbrarnos a la idea de amarnos aquí sin importar nuestra raza o color de piel, porque ante los ojos de Dios todos somos uno. El apóstol Pablo dijo que en Cristo “Ya no hay judío ni griego, libres o esclavos.” Gálatas 3:28 El racismo comienza en nuestra mente y se manifiesta en nuestras obras. Pidámosle a Dios que nos libre de esa ideología que tanto daño ha causado y causa todavía al día de hoy en la sociedad moderna.