Muy a menudo en mis recorridos diarios por la ciudad de Santo Domingo me encuentro con personas de todo tipo pidiendo dinero en las calles y avenidas más transitadas. Algunos piden limosna de formas muy llamativas. Una de estas formas es la de un tipo joven de apariencia descuidada que pasa entre los vehículos que esperan que la luz cambie del color rojo al verde, con un letrero en su mano que dice claramente: “Tengo el Sida”. Él ni siquiera “pide por su boca” el dinero, solo se limita a tocar los cristales de los conductores para asegurarse que lean el letrero que trata de colocar a la altura de los ojos de sus posibles benefactores.
La gran mayoría de la gente no le presta ni siquiera atención a dicho letrero, solo le hacen un gesto negativo con el dedo y el pedigüeño continúa su camino hacia el siguiente vehículo de la larga fila que está detrás tratando de acercarse a cuantos vehículos le sea posible antes del cambio de luz. He visto mujeres de nacionalidad haitiana, pero con muy buenos cuerpos capaces de hacer un “Lava’o” o un “Plancha’o” sosteniendo a niños menores de los 5 años bajo un sol candente y sofocante, pasándose de un carro a otro pidiendo en creole algo de dinero, sin embargo la gente por lo general no les da nada porque saben que detrás de todo eso existe una red de trata de personas de ese país tratando de lucrarse de la miseria de los demás.
He visto jóvenes en sillas de ruedas, personas dementes, niños limpiando parabrisas, en fin, muchas personas que tratan de sobre vivir pidiendo algo de dinero para por lo menos comer ese día. Esas personas no piden para pagar la factura de su teléfono celular porque no lo tienen, no piden para hacer el pagare de su tarjeta de crédito porque tampoco la tienen. Tampoco son pedigüeños porque necesitan dinero para comprarse la ultima Tablet ni para cambiar el carro por uno mucho mas nuevo, sino que piden solo para suplir sus necesidades más básicas por lo menos de una forma precaria ese solo día. Eso es mejor que no poder suplirla en lo absoluto. Esos pedigüeños no saben lo que es ir a un supermercado a hacer la compra del mes, que dicho sea de paso, en el supermercado se puede ver a tanta gente que andan con el pecho erguido, orgullosos y ostentosos, mirando a todo el mundo por encima del hombro porque llevan un carrito lleno de toda clase de cosas que a veces yo me pregunto con que se comen.
Un día cualquiera en uno de dichos recorridos que hago por la ciudad, vi un caso que llamo mi atención particularmente. Este era el caso de un hombre de cierta edad, no vidente, que andaba por la orilla de la isleta que divide ambas direcciones de la avenida Abraham Lincoln. El andaba con un bastón con el cual tanteaba la calle tratando de no caerse en el contén o chocar con algún vehículo. El pobre ciego ni siquiera “veía” el momento exacto en que pasaba por el mismo frente de las ventanillas de los vehículos, así que no podía ni siquiera pedir, porque no sabía si estaba frente a alguien o no. A mi entender su mayor preocupación era la de no caerse al piso y por eso andaba con tanto cuidado con su bastón, pero sosteniendo su mano libre en dirección hacia donde el suponía estaban los conductores sentados en los vehículos detenidos por el rojo. Mi carro era como el número 15 desde la luz hacia a tras, y pude ver como este pobre hombre pasaba frente a Jeepetas último modelo Infiniti, Mercedes Benz, BMW, entre otras marcas costosas; y como nadie ni siquiera se dignaba en mirar al triste transeúnte, y mucho menos a bajar el cristal para dejarle caer unas monedas al pobre infeliz. Me pregunté: ¿Por qué a esas personas con tanto dinero le “cuesta tanto” regalar 10 miserables pesos a un desafortunado? ¿Por qué es tan fácil para ellos comprar camisas de 5,000 pesos, relojes de 30,000 y bolsos de 15,000, pero les es tan difícil regalar unos miserables 10 pesos para un ser humano que ni siquiera puede valerse por sí mismo?
Al ver la escena, yo pensé en mis dos ojos. Yo puedo ver. Yo camino sin tantear ni agarrarme de nada, no estoy parado el día entero debajo del sol esperando conseguir unos centavos para comer ¿Por qué no darle algo de lo poco que tengo? Los 10 pesos que le di no me hicieron más pobre, pero estoy seguro que algo pusieron en su estomago. Hay personas que piden porque no quieren trabajar y eso es de condenar, nunca se debe animar a nadie a que continúe esa práctica, no obstante, hay miles de personas que piden porque realmente no tienen o no pueden hacer otra cosa. Aunque nosotros no tengamos nada en que caernos muertos tampoco, aun lo poco que tenemos podemos compartirlo con aquellos que tienen menos o nada. La biblia dice que un día no muy lejano, Cristo dirá a algunos:
“Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.”
Fuente de la foto: abc.com.py