Robo de Identidad

En el mundo en que vivimos se ha puesto de moda la frase «Robo de identidad.» ¿Alguna vez has sufrido un de robo de identidad? Si no has tenido que pasar por esta mala experiencia, excelente! Porque quienes la han experimentado la han pasado muy mal. Pero, ¿Qué significa que te roben la identidad en términos modernos? 

Permíteme explicarlo de esta manera. Alguien te llama por teléfono, y te dice que has sido elejido en un concurso al azar. Tu número de teléfono es el número afortunado del día. Te has ganado un pase para dos personas a un concierto, o te están brindando la oportunidad de comprar un artículo con un muy buen descuento, o algo de esa índole. 

La cosa es que, para garantizar que seas el dueño legítimo de ese número telefónico, necesitan validar tu número de seguro social o tu número de cédula. Emocionado, procedes a darle la información solicitada.

Luego, te dan unos cuantos detalles más de lo que has ganado, y termina la llamada. Supuestamente, se comunicarán contigo más adelante. Lo próximo que sabes es que te llaman de un banco que no conoces, haciendote un cobro de una tarjeta de crédito, a nombre tuyo, que tú no posees. ¿Captas la idea?

 A más de uno le ha pasado esta triste historia, y más de uno se ha visto envuelto, inclusive, en problemas legales. Ahora bien, en términos prácticos, no es posible que le roben, literalmente, la identidad a una persona. Lo que si es posible robar es la información sobre un individuo. Espero darme a entender. 

De acuerdo con el diccionario, identidad es un conjunto de rasgos o características de una persona o cosa, que permite distinguirla de otras personas o cosas. Es decir, que dentro de un conglomerado de personas, si yo tengo una identidad, aunque esté dentro del montón, yo me distingo del montón. 

Dicho de otra manera, aunque yo me encuentre en un grupo donde hay cien personas, si yo tengo mi propia identidad, yo soy diferente a todas las demás, así sean noventa y nueve. Esa es la verdadera identidad. ¿Que me pueden robar mis datos? Sí, me los pueden robar. Y también pueden: Tomar un préstamo a nombre mío (sin mi consentimiento), sacar un carro del dealer, o hasta conseguir una licencia de conducir con mi nombre, pero con la foto de otra persona. 

No cabe duda que con la tecnología que tenemos hoy me pueden robar mis datos muy facilmente. Sin embargo, lo que yo soy, el conjunto de rasgos míos que me distinguen de los demás, eso nadie me lo puede robar.

Es lastimoso ver a un joven que carece de una identidad propia. Recuerdo que cuando estaba en la sedundaria, en mi curso había un muchacho que tenía este problema. Solo se la pasaba imitando y repitiendo lo que los «bacanos» del curso hacían y decían. De hecho, uno de estos chicos super populares en la escuela, siempre lo golpeaba en la cabeza y le decía: «Loco, no me copie, inventate algo.» Aun así, este chico seguía siendo el lambiscón de esos otros chicos. Así fue durante todo el bachillerato. 

Yo espero que al crecer y madurar haya por fin encontrado su propia identidad, porque el maltrato al que se veía sometido en la escuela daba lastima. Hoy en día y tristemente, lo mismo sucede con muchos jóvenes cristianos que no tienen una identidad propia. Estos se meten en el montón tratando de mezclarse con el montón. No se les puede diferenciar de los demás. 

Ya sea en la escuela, universidad o trabajo, estos jóvenes carecen de una identidad cristiana adecuada, y terminan buscando otras identidades que imitar como lo hacía el chico de mi clase.

Hoy, como nunca antes, los jóvenes cristianos necesitan tener su propia identidad cristiana. Esta es la identidad que busca ser como Cristo, nadie más. Si pueden hacerse de esta identidad, no importa la situación en la que se encuentren, nadie podrá quitarsela. No importa los giros que dé la vida, su identidad seguirá siendo cristiana, y nadie podrá hacerles dejar de ser quiénes son.

En la biblia encontramos un buen ejemplo de esto. Me refiero al caso de Daniel y sus tres compañeros: Ananías, Misael y Azarías. Estos jóvenes, de aproximadamente dieciseis años, fueron llevados cautivos a Babilonia desde Jerusalén. 

A ellos se les puso a estudiar las ciencias babilónicas, durante tres años, en una universidad de ese pais extranjero. Se les enseñó gramática babilónica, el idioma babilonio, y las costumbres de los caldeos. Es más, con el deseo de influenciar a estos hebreos al máximo, y para que se adaptaran mejor a su nueva vida, les cambiaron sus nombres hebreos por babilónicos.

 A Daniel le llamaron Baltasar, a Ananías Sadrac, a Misael Mesac, y a Azarías Abed-nego. Estos nombres estaban de alguna manera relacionados no solo con la cultura de Babilonia, sino también con la adoración a los dioses de ese pais. Sin embargo, la biblia nos muestra que estos chicos siguieron siendo los mismos, aunque con diferentes nombres. 

Baltasar siguió comportandose, hablando, e inclusive comiendo como Daniel. El nombre no le cambió su identidad. La cultura tampoco lo hizo. Su identidad hebrea siguió honrando al Dios de sus padres, aun cuando se encontraba lejos de ellos. 

Y esto porque él estaba identificado con su propia identidad. Su identidad no estaba sujeta a lo que su papá o su mamá dijeran. Por la historia es claro deducir que Daniel no iba a la sinagoga, vestía de cierta manera, o comía lo que comía porque estaba frente a sus padres, sino que él mismo había forjado su propia conducta, basandose obviamente en la formación que había recibido en Jerusalén.

Los jóvenes cristianos de hoy necesitan forjarse su identidad personal. De manera que cuando se vean en los diferentes ambientes que la vida ofrece, y se encuentren con todas las identidades que están siendo ofrecidas, ellos no asuman ninguna de ellas, sino que mantengan su identidad cristiana.

Querido joven, es mi llamado para ti que, con la ayuda de Dios, te propongas en este momento, en lo más profundo de tu corazón, no dejar de ser quien eres. Que tu identidad cristiana no se pierda en la escuela, universidad o trabajo. 

Que la popularidad, en base a dejar de ser como Cristo, no sea una tentación para ti. Que tu identidad cristiana no cambia con el ambiente, las ideologías, o con los amigos. Si te lo propones hoy, estoy seguro que Dios te ayudará a lograrlo. Él lo hizo con Daniel y sus compañeros. Estoy seguro también lo hará contigo. Dios de ayude.