El apóstol Juan, en su evangelio, presenta otra perspectiva sobre la obra de creación narrada en el Génesis. El comienza su libro de la siguiente manera:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” Juan 1: 1-3.
En el original griego la frase –En el principio- no contiene el artículo definido –el-, no obstante la frase es muy definida en cuanto a su significado. Si el artículo definido estuviera en el idioma original, este implicaría un punto específico en el tiempo, pero sin él, y analizando el contexto, esta frase denota el más remoto tiempo del pasado concebible. Es decir, un tiempo antes de la creación de todas las cosas. Antes de cualquier otro principio, antes del tiempo mismo, lo más remoto de la eternidad pasada. El libro de Génesis comienza también con la frase –En el principio.- Sin embargo, el principio del Génesis se refiere al inicio de este mundo. No así el principio que Juan menciona. Este principio antecede al de Génesis. Juan declara, por inspiración Divina, que cuando no existía nada, cuando el universo no había sido traído a la existencia, el Verbo existía, y este estaba con Dios. Además el Verbo también era Dios. Y como dato adicional el apóstol dice que el Verbo fue quien hizo todas las cosas. La palabra que se traduce del griego como verbo es logos, que puede significar: Pronunciación, lenguaje, el habla, o la palabra con énfasis en el arreglo sistemático de los pensamientos expresados. Juan usa este término para referirse a Cristo Jesús. En el verso 14 del mismo capítulo dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
La encarnación de Cristo fue para revelarnos el carácter, la mente, y la voluntad de Dios, así como las palabras revelan las ideas de la mente nuestra. Dios quiere darse a conocer a nosotros de una forma que podamos entenderlo, en nuestro propio lenguaje. Y de esta misma forma Dios nos ha dejado revelado el por qué, el cómo, y el para qué de las cosas creadas por Él. La biblia declara que Jesús es la expresión de Dios a la humanidad. Sin embargo fue el mismo Cristo quien con el poder de Su palabra creó el universo y todo lo que hay en él. El apóstol Pablo en Hebreos 1:1-3 declara:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder…”
Fue Jesús mismo quien ordenó que el universo viniera a la existencia, y más aun, Él es quien lo sostiene. Esto no lo lleva a cabo con una actividad continua de Su parte (que si un día se olvidara de hacerla el universo desaparecería), sino que la palabra de Su poder lo sostiene. El apóstol Pablo tenía estos conceptos bien claros en su mente: La existencia propia de Cristo, Su poder creador y sustentador, así como Su deseo de revelar a Dios a la humanidad y Su propósito para con esta. A la iglesia que estaba en la ciudad de Colosas escribió:
“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles…todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten.” Colosenses 1:15-17.
Cuando Pablo menciona a Cristo como el primogénito de toda la creación, no quiere decir que Él fuera el primer ser creado, sino más bien, quien tiene supremacía sobre todo lo que existe. Lo mismo que ocurre con el primer hijo de un monarca, ese es el príncipe heredero. El apóstol quiso enfatizar que Jesús tenía autoridad sobre todo lo que Él mismo había traído a la existencia, ha sostenido, sostiene y sostendrá. Todo el universo permanece por el poder de la palabra de Dios revelada en Cristo Jesús. Todo lo que existe en la creación existe por medio de Cristo y para gloria Suya. Juan el revelador presenta una escena celeste donde escucha lo siguiente:
“Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.” Apocalipsis 4:11.
El propósito de Dios en el universo es mostrar Su eterna majestad, y compartir con todas Sus criaturas todas las cosas buenas que Él mismo ha preparado para su deleite. Pablo lo escribe de la siguiente forma:
“Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas…” Romanos 1:20.
La biblia presenta a Dios como un Dios amante, que se complace de Sus criaturas, y por ese mismo amor nos ha traído a la existencia, a través de Su hijo, quien nos amó tanto, que fue capaz de despojarse de su condición de Dios, igual a Su Padre, y vino a morir por nosotros. El verso más conocido de la biblia declara,
“Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su hijo unigénito, para que todo aquel que en Él crea, no se pierda, más tenga vida eterna.” Juan 3:16.
El Verbo, Cristo Jesús, el Creador y Sustentador del universo por Su palabra, vino y habitó entre nosotros, y aun siendo hecho hombre igual a nosotros nos demostró el poder que Su palabra tiene sobre su creación. El evangelio según San Juan, capitulo 11, verso 43 presenta una orden que diera Jesús mientras estuvo sobre esta tierra:
“Lázaro, ven fuera!”
Cuando Él dio esta orden a su amigo personal, Lázaro ya había estado muerto por espacio de cuatro días. Su cuerpo en estado de descomposición yacía en una tumba donde solían poner los cadáveres de aquellos tiempos. Sus intestinos estaban podridos, su sangre toda coagulada, parte de sus células estaban hechas gusanos. La condición de Lázaro era una total podredumbre. Con todo el dolor de su alma, la hermana del difunto había dicho a Jesús, momentos antes, que su hermano hedía. Sin embargo, Jesús se puso frente a la tumba, y por extraño que parezca, la orden de Jesús no fue: “Lázaro, resucita!”, sino que le ordenó al cadáver que saliera. Es obvio que un cadáver no hubiera podido acatar la orden dada, es por esto que algo tenía que acontecer primero para que la orden fuera cumplida. Lázaro, hinchado y en estado de descomposición tenía que de algún modo volver a la vida. Precisamente esto fue lo que aconteció. A la orden de Cristo, el muerto resucitó, pero no así tan sencillo. El corazón tuvo que volver a latir, pero para que esto fuera posible se necesitaba sangre que tuvo que resurgir. Los nervios muertos tenían que sentir el pulso eléctrico que tuvo que enviar el cerebro, lo que indica que el cerebro mismo tenía que volver a funcionar. Todo su cuerpo tenía que de una u otra manera ser recreado. No hay que abundar mucho para darse cuenta que este fue uno de los mayores milagros realizados por Cristo, y que nos demuestra, sin lugar a dudas, que Su palabra es poderosa y es capaz de realizar lo que esta misma palabra ordena. Algunos predicadores han dicho que Jesús tuvo que mencionar el nombre Lázaro específicamente, porque si solo decía -sal fuera-, todos los muertos dentro de la tumba hubieran salido ante la orden dada por Dios hecho hombre.
Jesús demostró no solo ser el Hijo de Dios, sino que también demostró ser el mismo Dios encarnado. Al estudiar la biblia nos damos cuenta que el Verbo es el Sustentador de todo cuanto existe.