Cuando llevemos a cabo estudios bíblicos con personas no creyentes, es primordial que sepamos cómo tratar con ellos, desde la perspectiva de su acercamiento a la biblia. Muchas veces, la única experiencia que algunas personas han tenido con este libro sagrado es aquella de tenerla abierta en algún estante de sus casa. Muchos tienen la costumbre de abrir la biblia en el Salmo 23, o algo por el estilo. Ellos no conocen nada de la biblia, solo parecen usarla como un amuleto de la suerte. Hay aquellos que solo leen la biblia cuando se enfrentan a la dura realidad de la muerte de un ser querido, y buscan algún salmo que les dé consuelo. Y también, aunque no podamos creerlo, hoy en día, a pesar de los innumerables ejemplares que se han impreso de la biblia, a finales de 2016 muchos no cuentan con una biblia propia, y su único conocimiento sobre ella son los pocos textos conocidos que son citados por las personas de la televisión. Así que, nosotros como evangelizadores necesitamos saber cómo presentarle, a todo tipo de personas, no solo las verdades de la biblia, sino también el libro mismo en sí. Debemos tener tacto para tratar a las personas en el nivel de conocimiento bíblico que tengan. A veces cometemos el error de querer que las personas entiendan los libros de Daniel y Apocalipsis, con todas sus profecías, cuando ellos ni siquiera conocen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, y la vida de Cristo. Conocer a nuestros catecúmenos, y el conocimiento que tienen de la Palabra de Dios es muy importante.
Partiendo de esta premisa, veamos cuatro puntos que debemos tener en mente a la hora de llevar a cabo estudios bíblicos con personas no creyentes.
1.- Nosotros, primero, debemos leer la biblia y entenderla. Si nosotros mismos no hemos leído y entendido la verdad que queremos compartir de la biblia, ¿Cómo podemos pretender enseñarla a otros? Nehemías 8:8 nos dice: “Y leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura.” Cuando impartimos un estudio bíblico, no debemos solo repetir lo que nos diga el material de apoyo, si es que tenemos alguno, o lo que hayamos escuchado del pastor en la iglesia, sino que lo que enseñemos a los inconversos sea lo que nosotros mismos sepamos por conocimiento propio de las Escrituras. De esta manera, cualquier pregunta o duda que surja del estudio podremos responderla con certeza porque entendemos lo que estamos presentando.
2.- Debemos tener convicción de lo que presentamos. Si nosotros mismos no creemos lo que estamos diciendo sobre la verdad bíblica, nuestros oyentes lo notaran y tendrán dudas al respecto. Por ejemplo, Romanos 10:9 dice: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” Si nosotros tenemos dudas sobre la muerte y resurrección de Jesucristo y Su plan de salvación para nosotros mismos, ¿Cómo podremos ofrecerle esta salvación a otros? Nuestra convicción propia se desarrolla a través del estudio de la misma Palabra y la oración. El Espíritu de Dios nos da convicción a nuestras vidas de manera particular, y esta la podemos transmitir a los demás.
3.- Si utilizamos una concordancia para preparar el estudio bíblico a impartir, debemos saber cómo relacionar los versículos hallados en ella, en base al mismo contexto. Esta herramienta es muy útil, porque pone a nuestra disposición todos los versos de la biblia que mencionan la palabra o frase que estamos buscando. Sin embargo, no todos los versos que contienen esa palabra o frase pueden emplearse en una misma idea. Por ejemplo, si estamos hablando del amor de Dios, y buscamos la palabra amor, nos saldrán todo tipo de versículos hablando del amor, pero muchos, sino la gran mayoría, nada tendrán que ver con el amor de Dios. Citemos por ejemplo Cantar de los Cantares 2:5, “Sustentadme con pasas, confortadme con manzanas; Porque estoy enferma de amor.” Sería muy sabio que nunca encajemos un texto en un tema donde no cabe.
4.- No debemos inculcar, en nuestros oyentes del estudio bíblico, la idea de que cualquier cosa que leamos en la biblia, en un momento determinado, es la voluntad de Dios para nosotros en ese momento. Se cuenta la anécdota de un hombre que desesperado por su situación, decidió abrir su biblia al azar, con la intensión de saber que Dios quería para él en ese instante de su vida. Al abrirla, el primer versículo que leyó fue: “Y Judas fue y se ahorcó.” Obviamente, pensó, eso no era lo que Dios quería para él, así que volvió a abrirla en otro lugar, donde leyó: “Pues, ve y haz tú lo mismo.” Chasqueado, pensó que algo no estaba bien, y por última vez abrió la biblia en otro lado donde leyó: “Lo que vas a hacer, hazlo pronto.” Nunca debemos presentar la biblia como un libro de respuestas instantáneas o mágicas, sino un libro, mediante el cual, Dios nos va enseñando Su voluntad a través de su estudio sistemático.
A manera de conclusión podemos decir que presentar un estudio bíblico conlleva preparación personal, conocimiento básico sobre nuestros oyentes, y hacer uso adecuado de la biblia. Pero sobre todo, siempre necesitamos la dirección de Dios. Él fue quien inspiró la biblia. Solo Él puede ayudarnos a comprender sus mensajes, y nos capacita para poder enseñarlos a otros. Si hacemos un uso correcto de este libro maravilloso, podremos estar seguros que Dios nos hablará, y hablará a través de nosotros a aquellos que queremos alcanzar con el evangelio. Elena White escribió que la biblia… “es la voz de Dios hablándonos tan ciertamente como si pudiéramos oírlo con nuestros oídos”, su estudio debería ser “considerado como una audiencia con el Altísimo”. Propongamos tener presentes estos cuatro puntos importantes al utilizar la biblia en la evangelización. Dios nos dará Su bendición y compañía, y se manifestará en la vida de aquellos que Él quiere alcanzar por nuestro medio.
Foto tomada de: http://www.laurelumchurch.org