¿Alguna vez has recibido una citación de transito? Yo sí. He recibido tres tickets desde el 1999 hasta la fecha. Uno en Virginia, otro en Nueva Jersey, y el más reciente aquí en la Florida. Este último lo recibí a consecuencia de pasarme por alto un Stop sign o una señal de Pare. Aunque en mi mente yo me detuve lo suficiente, en la mente del oficial de policía que me vio, no lo hice. Tan pronto lo vi en su motocicleta, con sus luces rojas y azules encendidas detrás mío, supe que me había equivocado. Una vez me que detuve al costado de la calle y él se hubo acercado a mi ventana, me hizo la típica pregunta: -¿Sabe por qué lo detengo?- Yo le di la típica respuesta: -No.- Sin abundar mucho en ese momento, recibí mi ticket con pesar, sabiendo que por un descuido ahora tendría que pagar $179 dólares que no estaban en mi presupuesto. Además de que podrían quitarme algunos puntos de mi licencia de conducir, lo que bajaría mi calidad de buen conductor, y automáticamente afectaría la póliza de seguro de mi carro, haciéndola más cara. Mi esposa también sufriría las consecuencias de mi error, puesto que el carro de ella está en la misma póliza y su pago también subiría.
Varios días después recibí por correo cerca de quince anuncios promocionales de oficinas de abogados dispuestos a pelear mi caso en la corte por un “módico” cargo de $79. Ahora bien, de haber algún cargo adicional en la corte (que casi siempre los hay), ese monto me lo facturarían luego a mí. Es decir, que utilizar a cualquier abogado de esos no me ahorraría dinero, aunque si me evitaría perder los puntos de la licencia. En vez de pagar a los abogados, decidí ir yo mismo a la corte a pelear mi caso. Ya había ido a la corte años atrás en Virginia, aunque sin resultados positivos. El ticket que me dieron en aquel estado no fue por error mío, sino del compañero que andaba a mi lado, quien me hizo hacer una violación de transito sin saberlo. Yo estaba recién llegado a EE.UU. y pensé que si le explicaba al juez lo que había pasado, me perdonaría. En aquella ocasión el juez escuchó mi argumento y luego me preguntó: -¿Cómo se declara?- Sin pensarlo respondí: -Culpable, pero he venido para que me perdone.- Luego de organizar sus pensamientos, el juez me respondió, -Yo te perdono, pero la multa hay que pagarla.- Recuerdo que tuve que vender varios libros de la universidad para poder pagar aquella multa, puesto que en aquel tiempo era estudiante y no trabajaba. Aquí en la Florida pensé en una estrategia diferente a la que utilicé en Virginia. Ya me había dado cuenta que ir directamente donde el juez no funciona.
Aunque la decisión tomada en la corte de transito no tiene resultados nefastos como años en prisión o algo por el estilo, no deja de causar nervios y expectativas. Especialmente cuando sabes que eres culpable. El día señalado llegué media hora antes al tribunal, esperando reconocer al policía que me dio el ticket dos meses antes. No me fue difícil hacerlo porque tan pronto le vi las botas, casi hasta las rodillas que usan los flanqueadores, sabía que era él. Me le acerqué y le dije: -Disculpe oficial, Ud. me dio un ticket por no pararme en un Stop sign. ¿Recuerda? Realmente estoy arrepentido. ¿Ud. cree que me pueda dar gracia ante el juez?-A pesar de que él había venido a decir su versión de los hechos en contra de la versión mía, sonrió y me dijo: -Don`t worry, I`ll take care of you.- Es decir, -No te preocupes, yo me encargaré de eso por ti.- y luego entró a la sala del juzgado.
Cuando llamaron mi nombre para pasar al estrado, el policía que estaba sentado a un lado del juez le dijo a este último: -Su señoría, yo quiero cerrar el caso de Víctor.- Sin hacer una sola pregunta, el juez se dirigió a mí y dijo que me podía ir. Me viré hacia el policía y le di gracias con un gesto sin pronunciar una sola palabra. Al salir de allí di gracias a Dios por librarme de la multa, y una vez más entendí como funciona Su gracia para con nosotros.
En nuestra vida cristiana, no cometemos un error “de cada año un día”, como en mi caso que he recibido tres tickets en diecisiete años, sino que muy a menudo nos equivocamos y quebrantamos la ley de Dios. A veces hacemos bien las cosas a nuestro parecer, pero a Dios no le parece lo mismo. Cuando infringimos Su ley, somos culpables delante de Él, y solo nos espera condenación. Estamos bajo el peso de la ley Divina. Infringir la ley de Dios se llama pecado en la biblia, y la consecuencia de esta infracción no es pagar $179 dólares, sino muerte eterna, Romanos 6:23. Si fuéramos delante de un Dios Santo y Justo directamente por nosotros mismos, Él pudiera perdonarnos como lo hizo aquel juez en Virginia conmigo. Sin embargo, el tribunal celeste todavía demandaría que la multa se pagara y tendríamos que morir a consecuencia de nuestro pecado. Si la ley humana no se cambia para beneficio del culpable, tampoco lo hace la ley divina. Cuando yo peco delante de Dios, estoy condenado, así de sencillo. No obstante, gracias a que Dios dio a Su Hijo para morir por todos aquellos que se acerquen a Él, y así pagar la infracción a la ley Divina, hoy podemos nosotros enfrentar el tribunal de Dios de la misma manera en que yo fui a la corte de transito de Miami. Podemos ir a Dios reconociendo nuestra culpa, pero pidiéndole, en nombre de Cristo, que nos perdone. Jesús ve nuestra sinceridad de arrepentimiento e intercede por nosotros delante de Su Padre, pidiéndole retire los cargos de condenación en nuestra contra, y presenta su muerte a favor nuestro. Eso es lo maravilloso de la gracia de Dios, nosotros quedamos libres de la condenación, pero la ley no se quebrantó en ningún momento. La multa se pagó, pero Cristo lo hizo por nosotros.
Aquí es donde muchos cristianos yerran. Entienden que puesto que Dios nos perdonó por los meritos de Cristo y ya no estamos bajo el peso de la ley divina, podemos entonces seguir violándola sin ninguna otra consecuencia. Muchos se escudan en la frase del apóstol Pablo -Ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.- Volvamos a mi caso, ¿Qué pasaría si el policía que me dio aquel ticket se encuentra conmigo en la misma intersección violando la misma señal de Pare? ¿Crees tú que me perdonaría? Quizás si, quizás no, pero aun me perdone varias veces, llegaría un momento en que él pudiera decir: -Víctor, he intercedido por ti varias veces en la corte, pero no noto ningún deseo de corregir tu error. Sigues pasándote el Stop una y otra vez sin reparo, la próxima vez te dejare a tu suerte.- No hace mucho, escuché del caso de un pastor que había recibido tres tickets el mismo mes por la misma infracción. Dos de ellos por el mismo policía, y el juez del condado lo mandó a buscar para dejarlo preso. En mi caso, puedes estar seguro o segura que cuando salí de aquella corte, lo hice con la determinación de pararme mejor en todas las señales de Pare. Ya cometí ese error que pudo costarme mucho, pero gracias al policía no pagué nada. De la misma forma, cuando Dios nos perdona y nos da Su gracia, asimismo deberíamos pensar nosotros. Deberíamos proponernos, en el nombre del Señor, no volver a cometer aquel pecado que nos puso en condenación delante de la presencia del Juez de toda la tierra, y que le costó la vida a Su Hijo en lugar de la nuestra. Eso es lo que dice el apóstol Pablo:
“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia… ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” Romanos 5:20; 6:1-4
Dios, por el sacrificio de Su Hijo nos perdona incontables veces, pero Él espera que le permitamos a Él transformar nuestra vieja manera de vivir en novedad de vida. Es probable que yo vuelva a infringir la ley de transito algún otro día sin querer queriendo. Pero una cosa me propuse, no volverla a infringir en el Stop sign. Así debe ser nuestro caminar cristiano. En aquello en que caímos y que fuimos perdonados por la gracia de Dios, debe ser nuestro propósito no volver a caer en eso, teniendo en cuenta que por nosotros mismos no somos capaces de lograrlo, pero con el poder de Dios sí.