Recientemente, la sociedad dominicana se conmovió con la noticia de un doble asesinato-suicidio. Un joven se dirigió a la alcaldía de una ciudad en República Dominicana, y mató al alcalde y a su guardaespaldas, y luego acabó con su propia vida. El homicida-suicida se dio a sí mismo un tiro en la sien, luego de haber impactado con varias balas a sus víctimas. Según informaciones de prensa, el victimario y suicida tenía deudas pendientes con familiares del alcalde. La tragedia fue tan grande que el mismo presidente de la república instó a sus ciudadanos a buscar la salida de sus problemas en Dios. Exhortó a los dominicanos a ir a las iglesias cuando sientan que sus angustias son demasiado grandes para ellos. La esposa, hoy viuda de aquel joven, dijo que realmente él no conocía tan de cerca a quien estaba al frente de la alcaldía. Es de suponer que cuando él solicitó una entrevista con el alcalde, probablemente ninguno haya pensado que estaban viviendo sus últimas horas. En la biblia encontramos dos casos, los cuales explican el por qué pasan estos tristes y trágicos sucesos en el mundo.
En el Antiguo Testamento encontramos la historia del primer rey de Israel, Saúl. Él fue escogido por Dios como guía de Su pueblo, y Dios lo utilizó de manera espectacular mientras él se mantuvo fiel a la orden Divina. Tristemente, la historia de Saúl pasa rápidamente de la grandeza y gloria, a la vergüenza y humillación. Dios tuvo que rechazarlo porque este rey no podía esperar en Dios. Cuando Dios le informó que había escogido a David para sustituirlo, Saúl decididamente procuró interrumpir el propósito de Dios, acabando con la vida del humilde pastor de ovejas. Vez tras vez Dios libró a David de manos del rey Saúl, pero esto no hizo que él cambiara de actitud. Dios se apartó completamente del rey, y un espíritu maligno le atormentaba. En los últimos momentos de su vida, Saúl, en vez de volverse a Dios, buscó la dirección del príncipe del mal. En su última batalla, cuando se vio sin escape se quitó la vida a sí mismo. En la biblia leemos:
“Entonces tomó Saúl su propia espada y se echó sobre ella.” 1 Samuel 31:5
El remordimiento por un lado, la instigación de Satanás por otro, lo llevaron a pensar que la única salida posible a su situación era acabar con su vida. Después de todo, el ejército enemigo lo tenía rodeado, el reinado ya no sería suyo, sus hijos habían muerto en la misma batalla, ¿Qué otra cosa podría hacer? Seguro pensó: -Me mato y se acaba todo.- Y así fue. Realmente se acabaron todos esos problemas que enfrentaba, pero ahora le aguarda el juicio Divino.
En el Nuevo Testamento encontramos otro caso similar. Es la historia de Judas Iscariote, discípulo de Cristo. Él era uno de los doce, es más, era el más prominente entre todos. Algunos eran simples pescadores, otros humildes pueblerinos. Mateo sabía de finanzas pues era cobrador de impuestos. Sin embargo, el cargo de tesorero de la pequeña compañía evangelista de Jesús fue asumido por este discípulo, cuyo nombre hoy no es usado por nadie para llamar a alguno de sus hijos. Judas tenía ambiciones, quería grandeza. Pero no fue esto que lo convirtió en peor que sus compañeros, ya que todos querían lo mismo. Andrés, Felipe, Juan, todos querían tener cargos en el reino de Cristo. Lo que distinguió a Judas de los demás aspirantes a gobernadores del reinado del Mesías, fue el hecho de que el maquinó un plan para llevar a cabo la “coronación de Jesús.” Él había visto como el Hijo de Dios había alimentado, con solo unos cuantos panes y peces, a más de cinco mil personas. Había visto a Jesús caminar sobre el agua, mandar a callar el viento, y reprender enfermedades. También había sido testigo de cómo el poder de Cristo no podía ser resistido ni siquiera por demonios encarnados.
-Así que-, pensó, -¿Qué no podría hacer Jesús con estos poderes a los molestos romanos que nos gobiernan con mano de hierro, si se presentara la oportunidad?- Su plan era brillante, razonaba él, -lo entrego, y luego Él manifestará Su poder y asumirá su rol de liderazgo, como debe de ser. Cuando Jesús vea que gracias a mi acción, se vio forzado a actuar, reconocerá mi destreza, y más que un traidor, seré reconocido como un visionario.
Lo único que Judas no visionó, fue la astucia de Satanás. La biblia dice que luego de la última cena, el adversario entró en Judas y tomó posesión completa de su ser. Cuando este discípulo llevó a cabo su plan, pero este no resultó ser como él esperaba, sino que vio como Cristo se dejó apresar, torturar y eventualmente crucificar, la biblia dice que Judas:
“…arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.” Mateo 27:5
Las cosas no salieron como lo había calculado, y sintió el peso de su culpa recomiéndole por dentro. Había sido culpable de derramar sangre inocente. No podría vivir con eso, y la salida más fácil era quitarse su propia vida. Ahora, cuando se enfrente ante el tribunal de Cristo, no solo será responsable por haberle traicionado, sino también por haberse quitado la vida que Dios le prestó.
Viendo estos dos relatos, es fácil deducir por qué este joven en Santo Domingo hizo lo que hizo. Quizás él realmente estaba agobiado por las deudas. Tenía cinco hijos que mantener, una esposa y una ex esposa, y quien sabe cuántos problemas más. Quizás como Saúl se sintió acorralado y sin escape. A lo mejor ese día fue donde el alcalde a reclamarle el cese del asedio económico al que su familia lo tenía sometido, o quizás a amenazarle. No sabemos qué pensamientos pasaron por su mente con precisión, pero si sabemos que en algún momento de su conversación en aquella oficina, sus pensamientos se alejaron de Dios, como lo hicieron los de Saúl, y de alguna forma su arma de fuego terminó en su mano, quitando dos vidas instantáneamente. No es difícil asumir que al darse cuenta de lo que había hecho, luego de permitir que Satanás tomara control sobre él, razonara al igual que Judas, que no podría vivir habiendo derramado sangre inocente. -Es más fácil-, habrá pensado, -morir aquí mismo, y no vivir el resto de mi vida en una cárcel, una vida miserable y de remordimiento.- Con la ayuda de Satanás, podemos deducir que, no le fue difícil halar el gatillo, apuntando el arma a su cabeza.
En el mundo agitado en que vivimos, muchos tienen una situación de estrechez económica alguna vez en la vida. Ya sea que el sueldo no alcanza a fin de mes, y las cuentas continúan amontonándose, o que los niños gritan hambre y no hay nada en la despensa. A veces puede ser que se pierde el trabajo, etc. En situaciones así, el mundo parece un lugar diferente. La vida pierde sentido, y realmente pareciera que no hay solución. Parecería que es más fácil salir de todo en un instante. Muchos otros cometen errores, con cuyas consecuencias, piensan, no podrán vivir, y la muerte rápida parece una opción. Miles de personas se quitan la vida anualmente alrededor del mundo por razones como estas. Sin embargo, realmente, el suicidio no es la solución. Lo único que hace es causar más dolor y sufrimiento del que ya puedan tener los familiares que sobreviven al suicida. En un mundo con tantos problemas causados por el pecado, como lo es el nuestro, sería bueno que siguiéramos el consejo del presidente dominicano, busquemos ayuda en Dios. No existe camino fácil, sin embargo, podemos aprender a confiar en el Todopoderoso, y en esos momentos difíciles, Él nos puede ayudar a lidiar con el peso de los problemas o de las circunstancias que nos agobien.